lunes, septiembre 26, 2005

Cazadores de planetas

Hay retahílas sobre las expectativas que tenemos sobre nuestro Universo que están más que trilladas. Por ejemplo aquella que dice “Imagínate los millones de planetas que debe haber ahí fuera, y cuántos de ellos deben ser habitables y patatín y patatán”. Pero realmente, ¿cómo de fácil es encontrar un planeta más allá de nuestro Sistema Solar (exoplaneta)? Si de verdad hay millones, ¿no deberían estar bien a la vista? Pues ni mucho menos, como tampoco es difícil de imaginar. Y no digo que no haya millones; simplemente que poder verlos es bien difícil. No sé si ya llega al centenar el número de aquellos que han sido “medio vistos”. Y voy a explicar un poco qué quiere decir eso de más o menos ver un planeta.
Ni que decir tiene que los planetas no brillan con luz propia. Al menos no lo hacen en el espectro de la luz visible. Así que como norma general, forman parte de esa oscuridad de la que no podemos sacar gran cosa. También es verdad que los planetas suelen girar entorno a estrellas. Pero si piensan que podríamos verlos por el reflejo de la luz de las estrellas cercanas, ya les digo que tampoco: esa luz reflejada no tiene la suficiente intensidad como para alegrar nuestros telescopios más finos. Así pues, sólo hay un momento especial en el que podemos, al menos, decir “¡Ahí hay un planeta!”. El momento en cuestión es cuando coincide que un planeta pasa por delante de una estrella. Lo que nuestros telescopios reciben es una atenuación muy característica de la intensidad de la luz de esa estrella. Es como cuando es de noche, y alguien pasa por delante de la ventana de un cuarto iluminado y de lejos vemos su silueta. En realidad no estamos viendo a la persona, pero sabemos que ahí hay una persona pasando. Muchos astrofísicos han hecho de detectar y catalogar estas atenuaciones de luz, no sólo una profesión, sino una afición. En el gremio son llamados cazadores de planetas; probablemente una de las cacerías que más tiempo y paciencia requiere.
Pero vivimos tiempos fascinantes en lo que a telescopios se refiere, y el Observatorio Europeo Austral (ubicado en Chile) volvió a dar la campanada en 2004 con la que puede ser la primera foto obtenida de un planeta fuera del Sistema Solar (véase la mancha roja de la imagen). El objeto en cuestión orbita en las proximidades de la estrella 2M1207, que está a 230 años luz de la Tierra. La imagen fue tomada por el telescopio Yepún, de 8.2 metros, que está situado en el monte Paranal. Tras una mejora considerable en las imágenes obtenidas, descubrieron incluso indicios de la existencia de moléculas de agua, lo que les llevó a pensar que efectivamente se trataba de un planeta. De confirmarse, estaríamos ante un planeta con una masa que es cinco veces la de Júpiter, y una temperatura 10 veces superior.
Necesitamos esperar hasta 2006 para confirmar la naturaleza, trayectoria y comportamiento de este objeto. Si los datos confirman lo esperado, estaremos ante un momento histórico en la búsqueda de exoplanetas. El primero de muchísimos más que tienen que estar por aparecer. Una mirada muy al futuro nos hace soñar con la posibilidad de encontrar exotierras, habitables por nosotros, además de grandes avances en lo que a exobiología se refiere: formas y expansión de la vida en otros planetas. Verdad, a veces soñar despierto es inspirador.


2m1207

martes, septiembre 13, 2005

Qué pasa con los transbordadores

La noticia es de este verano pasado: Tras dos años trabajando para evitar desprendimientos en los tanques de combustible, el lanzamiento del transbordador Discovery fue la mejor demostración de que la NASA no ha conseguido evitarlos, y por tanto cancela las misiones de los transbordadores. Esto supone un importante retraso en la construcción de la Estación Espacial Internacional (ISS), y un futuro incierto para las misiones tripuladas de la agencia espacial norteamericana.
Desde el principio los transbordadores han seguido un camino muy diferente al que se había pensado para ellos. Fueron propuestos en el año 1972 como una forma barata y fiable de poner satélites en órbita. Hubo que esperar hasta el año 1981 para ver el primer lanzamiento de uno de ellos. Las misiones fallidas dejaron de superar en número a las exitosas a partir de 1983. El año 1984 volvería a dar un saldo negativo, pues sólo 5 de las 12 misiones que se hicieron concluyeron con éxito. Pero las críticas sobre la conveniencia de los viajes en transbordador alcanzarían su clímax en 1986 con el accidente del Challenger, que todos vimos reventar poco después del despegue. Terrible día.
Después de esto se limitaron las misiones a aquellas con objetivos científicos y/o militares. Esta tónica se mantuvo invariable con los 4 transbordadores restantes de la NASA: Columbia, Discovery, Atlantis y Endeavour. Los vuelos siempre se consideraron de tipo experimental. Y me explico: un vuelo regular de aerolíneas comerciales jamás se podría considerar experimental, porque los márgenes de error están muy ajustados para que sean raros los accidentes aéreos. En cambio, a partir de cierto punto no se ha podido aumentar mucho más la seguridad de los viajes en transbordador. Esto es sabido por todos, y aceptado por aquellos que deciden participar en las misiones. Sin embargo la NASA se ve obligada a velar por su imagen con unos márgenes de seguridad que se lo ponen bien difícil. La opinión pública no perdona cuando las cosas salen mal, incluso sabiendo que es posible que salgan mal.
Era cuestión de tiempo, y el siguiente desastre lo tenemos todavía fresco. El Columbia se desparramaba incandescente por el cielo del sur de Estados Unidos. De los 4 transbordadores, el Columbia precisamente era todo un símbolo; la personificación femenina de los Estados Unidos, en referencia a los primeros descubridores de las américas.
Ahora el Discovery sale al espacio y vemos a los ingenieros probando pegamentos y soldaduras sobre el fuselaje. Da miedo de solo pensarlo. Y encima oímos hablar de misiones de rescate con... ¡otro transbordador! Vamos, de mal en peor. Gracias a Dios todo fue bien.
Si este es el fin de la era de los transbordadores, tendremos que estrujarnos mucho el coco para igualar sus virtudes: Una bodega de carga de 18x4x4 metros, puesta en órbita de varios satélites a la vez, reparación y recogida de aquellos que estén averiados, reciclaje y abastecimiento de la Estación Espacial Internacional. Pero lo mejor de todo, y a lo que estamos obligados a aspirar: Casi todo en una misión de transbordador se reutiliza. Eso lo hemos conseguido en esta etapa, pero no al precio que se esperaba.
De momento las naves rusas y europeas cubrirán la demanda abierta por la NASA, pero el tema de fondo es mucho más ambicioso, y tiene mucho que ver con ese salto definitivo a la conquista del sistema solar, que todos tenemos en mente, pero que todavía no parece cercano a nuestro tiempo.

martes, septiembre 06, 2005

Lo que no sabemos sobre huracanes

Como sucede con muchos otros temas, los huracanes están sólo comenzando a comprenderse. La definición de escuela es que se trata de un tipo de ciclón tropical con un rotacional lo suficientemente violento como para generar vientos de 110km/h como mínimo. Sabemos también que para conseguir semejante revuelo, necesitan coger carrerilla: Los huracanes se generan en los océanos cuando el sol calienta el agua y el aire húmedo, provocando corrientes verticales y forzando la entrada en el ciclo de más aire húmedo por abajo. Ayudado por los efectos de la rotación de la Tierra, este proceso toma el comportamiento de una peonza que va embruteciéndose conforme recorre el trópico sobre el océano. La carrerilla termina cuando el huracán se topa con tierra firme. Igual que cuando se le acaba la cuerda al trompo, el huracán llega lanzado a tierra, y empieza a frenarse por a ausencia de realimentación de esas corrientes que tan fácilmente obtenía en los océanos. Más rápida será la frenada si hay algún frente de montañas lo bastante significativo más allá de la costa.
En Cuba dicen que octubre es el mes de los huracanes, y su razón tienen. Sin embargo, las posibilidades dan mucho más margen a estos fenómenos. Los huracanes que acaban golpeando el Golfo de México se suelen originar a partir de finales de mayo y principios de junio junto a la costa del África ecuatorial. Y tardan sus semanas en cobrar relevancia suficiente como para dominar el paisaje oceánico y comenzar su vacilante travesía hasta Centroamérica. Algunos llegan en octubre, sí, pero otros tantos llegan bastante antes. Y este asunto de las incidencias no está para nada resuelto.
Tampoco hay satisfacción generalizada con el tema de predecir las trayectorias que van a seguir. Un ejemplo notable de esto lo tuvimos el pasado 2003 con los huracanes Isabel y Charlie. Los superordenadores de la NASA y de Silicon fallaron por centenares de kilómetros, y esto crea de verdad la necesidad de replantearse las cosas. Estos sistemas, además de tener en cuenta la física del fenómeno huracán con un lujo de detalle pasmoso, disponen de una base de datos con el historial de antiguos huracanes, para sacar por imitación conclusiones semejantes. Pues ni por esas. En particular se predijo que Charlie iba a subir por el borde Atlántico de Florida, y acabó más bien metido en el golfo. Cuando la evacuación de miles de personas está en juego, este es un tema muy serio. Una evacuación en falso también tiene consecuencias económicas importantes para una región.
Es también difícil en general conocer el impacto que un huracán tendrá en el territorio que zarandee, cuando por fin llegue a tierra firme. En 1998 el huracán Mitch asoló varias regiones de Centroamérica y todos pensamos que son pobres y les falta infraestructura. ¿Qué podemos decir ahora? ¿Quién se iba a imaginar unas pocas horas antes que el Katrina iba a tener estos efectos sobre Nueva Orleáns y su entorno? Sin duda Nueva Orleáns tiene unas características que la hacían carne de cañón, pero qué decir de las poblaciones vecinas. La infraestructura es vital para estos casos, y en particular los norteamericanos se encargarán de no tropezar dos veces en la misma piedra. Esperemos que eso empiece a ser suficiente.