“Pronto, no sabemos exactamente cuándo, pero será pronto”. Esta era la cantinela habitual de los grupos de investigación de radiofísica y plasmas en los años 60, refiriéndose a que pronto podríamos conseguir la fusión rentable; la fusión fría. Estamos a 2004, y ya la palabra “pronto” no se usa tan alegremente. Han surgido demasiadas complicaciones como para no esperar más a partir de aquí. Los más optimistas dicen que para antes de mediados de este siglo.
La fusión fría es actualmente el intento más serio de obtención de energía con un combustible casi ilimitado. No se lleven a engaño, que no se trata de ningún tipo de móvil perpetuo. Simplificando, 2 ingredientes son necesarios para obtener energía de una reacción de fusión. Uno de ellos se puede encontrar en escasas, pero suficientes proporciones en nuestros océanos. El segundo se puede obtener artificialmente a partir de litio, y litio tenemos de sobra.
ITER, que del latín significa “el camino”, es el proyecto que se han marcado China, Europa, Japón, Corea, Rusia y Estados Unidos para construir el reactor de fusión en cuestión. Se espera que empiece a estar operativo a principio de los años 30. Como si de unas olimpiadas se tratara, 4 de los países participantes ofrecieron ciudades como candidatas a albergar este complejo armatoste: Clarington en Canadá, Rokkasho-Mura en Japón, Cadarache en Francia y Vandellós en España. Todas ellas son ciudades con historia de décadas en lo que a fisión y albergue de residuos se refiere. Todas salvo la candidatura francesa tienen el mar junto al complejo industrial, y este es un requisito de vital importancia.
A principios de 2003 Vandellós parecía favorita tanto por su idoneidad de condiciones, como por el apoyo que tenía España a nivel político. Pudiera ser esta una de las monedas de cambio que nuestro ex-presidente usara por haber apoyado la guerra de Irak (mera especulación). Pero entonces se precipitan los acontecimientos. En octubre de 2003, Canadá, un país que ha contribuido con enormes cantidades al desarrollo nuclear de países en los confines del mundo, retira su candidatura “por razones presupuestarias”. Dejan así una oportunidad que puede ser histórica y muy relevante para el país pionero. ¿Cómo no extrañarse ante esto?
Por su parte, Europa tiene peso en el proyecto siempre que los países de la Unión actúen conjuntamente. Así que en noviembre de 2003 se reúnen los ministros de Ciencia y Tecnología, para votar una candidatura única: Francia o España. El gobierno español ofrece incluso duplicar su ya engordada inversión en el proyecto, con tal de ser sede. Pero Francia tiene más amigos en estos temas, y no tenemos nada que hacer. Vandellós queda eliminada.
Nos quedan así solo Francia y Japón como candidatas. Por navidades de 2003, se reúnen todos los países participantes en Washington D.C. para elegir el candidato definitivo, y la cosa queda en tablas. Esto es así hasta el punto de que es imposible tomar la decisión entonces, y de hecho sigue en el aire a fecha de hoy.
Viendo el presidente Bush frustrada la posibilidad de apoyar a su amigo el profesor de Georgetown, y lejos de querer favorecer a Francia (por razones igualmente conocidas), ya anunció desde enero de este mismo año que su apoyo iba para la candidatura de Japón, que además muchos reconocemos como mejor que Francia por varias razones.
En esta línea de acontecimientos, vemos que se nos va el ITER. Tan cerca que parecía estar, y tan lejos que parece acabará. El tiempo dará cuentas de la magnitud de esta oportunidad, ya bien perdida.
Lugar propuesto para el reactor ITER en Vandellós (Tarragona)
domingo, octubre 24, 2004
Agujeros negros: Últimas noticias
Lejos de empezar por misteriosos boquetes cósmicos, o portales a universos paralelos, lo primero que se debe decir al explicar un agujero negro es que se trata de un objeto con una enorme cantidad de masa concentrada en una zona mínima. Básicamente, un objeto extremadamente denso. Así, para que la Tierra tuviera la calificación de agujero negro sería necesario que toda su masa quedara condensada en el tamaño de un guisante. El sol, por su parte, debería caber dentro de un balón de fútbol. La forma de llegar a una situación tan límite viene ocurriendo en el colapso de las estrellas cuando la masa y la energía de éstas son las apropiadas. Son negros, como su nombre indica, porque la luz no escapa a su atracción gravitatoria, y por tanto no podemos verlos.
Pero en lugar de hablar de generalidades, un caso recientemente observado puede darnos una idea más gráfica del tema. Nuestro objeto en cuestión se llama Sagitarius A* (SgtA*), y se encuentra en el centro de nuestra galaxia. Lleva vigilado por el satélite Chandra de la NASA desde el verano de 1999. Chandra está preparado para detectar rayos X, que no podemos ver desde tierra porque la atmósfera los filtra. Sin embargo, la sorpresa no vino hasta febrero de 2002, cuando una estrella cercana a SgtA*, que llamamos S2, empezó a acelerar violentamente dibujando una órbita con forma de elipse alrededor de SgtA*. Algo parecido a la tierra girando alrededor del sol a gran velocidad, pero sin que se vea el sol. Una estrella orbitando alrededor de una zona negra.
S2 recorrió entre marzo y julio de 2002 una distancia equivalente a 3 sistemas solares como el nuestro, es decir, unos dos millones de kilómetros por hora. Gracias a conocer su velocidad, y el dibujo de su trayectoria, hemos podido calcular que el objeto SgtA* tiene una masa de 2,7 millones de veces la masa del sol. Todo esto hace que podamos suponer que SgtA* pertenece a la categoría de agujeros negros supermasificados.
Pero la cosa no quedó aquí. A finales del verano de 2002, SgtA* comenzó a emitir luz en frecuencia infrarroja. Como esta frecuencia atraviesa bien la atmósfera, pudimos usar el VLT (Very Large Telescope) de la ESO (European Southern Observatory) en Chile para registrarlo. ¿Pero no era un agujero negro? ¿Cómo es que emite luz en frecuencia infrarroja? Bien, no es SgtA* el que emite, sino polvo estelar arrancado de la estrella S2 durante los 3 meses anteriores. Conforme el polvo se acerca al agujero negro, se calienta, y emite luz infrarroja. Mientras no se acerque demasiado a SgtA*, la luz consigue escapar, y llega hasta nosotros delatando el lugar del desastre. Además, no sólo pudimos ver la caída, sino que además vimos al polvo estelar girando en espiral conforme caía, del mismo modo que el agua cuando se va por el desagüe. Estas rotaciones son tan tremendamente violentas, que pueden alcanzar la décima parte de la velocidad de la luz sirviéndonos de laboratorio para poner a prueba la relatividad de Einstein. Las conclusiones son increíbles: esos 2,7 millones de soles se han podido meter en el espacio en el que cabrían sólo mil soles, o incluso menos.
Esto convierte a SgtA* en uno de los agujeros negros más grandes que hemos registrado. Más impresiona pensar que para ver este espectáculo no ha hecho falta ir a ninguna lejana galaxia, sino que lo tenemos aquí, en nuestra familiar Vía Láctea. ¿Qué nos quedará por ver fuera de casa?
Emisión infrarroja en el entorno del objeto SgtA*
Pero en lugar de hablar de generalidades, un caso recientemente observado puede darnos una idea más gráfica del tema. Nuestro objeto en cuestión se llama Sagitarius A* (SgtA*), y se encuentra en el centro de nuestra galaxia. Lleva vigilado por el satélite Chandra de la NASA desde el verano de 1999. Chandra está preparado para detectar rayos X, que no podemos ver desde tierra porque la atmósfera los filtra. Sin embargo, la sorpresa no vino hasta febrero de 2002, cuando una estrella cercana a SgtA*, que llamamos S2, empezó a acelerar violentamente dibujando una órbita con forma de elipse alrededor de SgtA*. Algo parecido a la tierra girando alrededor del sol a gran velocidad, pero sin que se vea el sol. Una estrella orbitando alrededor de una zona negra.
S2 recorrió entre marzo y julio de 2002 una distancia equivalente a 3 sistemas solares como el nuestro, es decir, unos dos millones de kilómetros por hora. Gracias a conocer su velocidad, y el dibujo de su trayectoria, hemos podido calcular que el objeto SgtA* tiene una masa de 2,7 millones de veces la masa del sol. Todo esto hace que podamos suponer que SgtA* pertenece a la categoría de agujeros negros supermasificados.
Pero la cosa no quedó aquí. A finales del verano de 2002, SgtA* comenzó a emitir luz en frecuencia infrarroja. Como esta frecuencia atraviesa bien la atmósfera, pudimos usar el VLT (Very Large Telescope) de la ESO (European Southern Observatory) en Chile para registrarlo. ¿Pero no era un agujero negro? ¿Cómo es que emite luz en frecuencia infrarroja? Bien, no es SgtA* el que emite, sino polvo estelar arrancado de la estrella S2 durante los 3 meses anteriores. Conforme el polvo se acerca al agujero negro, se calienta, y emite luz infrarroja. Mientras no se acerque demasiado a SgtA*, la luz consigue escapar, y llega hasta nosotros delatando el lugar del desastre. Además, no sólo pudimos ver la caída, sino que además vimos al polvo estelar girando en espiral conforme caía, del mismo modo que el agua cuando se va por el desagüe. Estas rotaciones son tan tremendamente violentas, que pueden alcanzar la décima parte de la velocidad de la luz sirviéndonos de laboratorio para poner a prueba la relatividad de Einstein. Las conclusiones son increíbles: esos 2,7 millones de soles se han podido meter en el espacio en el que cabrían sólo mil soles, o incluso menos.
Esto convierte a SgtA* en uno de los agujeros negros más grandes que hemos registrado. Más impresiona pensar que para ver este espectáculo no ha hecho falta ir a ninguna lejana galaxia, sino que lo tenemos aquí, en nuestra familiar Vía Láctea. ¿Qué nos quedará por ver fuera de casa?
Emisión infrarroja en el entorno del objeto SgtA*
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