miércoles, enero 16, 2008

Google y el cerebro

Conocer el funcionamiento del buscador de internet más popular del mundo ha sido el objeto de deseo de muchos en su afán por abrirse paso en el mercado online. Google se niega a revelar todos sus secretos sobre los criterios que utiliza para poner unas páginas u otras en lo alto de sus listas, pero sí que hay publicadas algunas ideas generales sobre el tema.

En cada búsqueda que realizamos, Google utiliza una fórmula llamada PageRank. A grandes rasgos, esta fórmula da importancia a una página determinada en función de cuántas páginas tienen vínculos hacia ella, y cómo de importantes son esas páginas. Esas páginas a su vez son importantes siguiendo el mismo criterio, y así sucesivamente. De esta forma, la importancia de una página se comunica a las páginas a las que ésta da acceso.

Pues el caso es que un grupo de psicólogos de Berkeley han hecho una investigación que indica que nuestro cerebro se comporta de un modo parecido al PageRank de Google, cuando se le pide a una persona hacer una tarea sencilla del tipo “Dime todas las palabras que se te ocurran que empiezen por la letra A”.

El procedimiento para comprobarlo fue el siguiente: Eligieron 5000 palabras y las catalogaron por orden de importancia según la PageRank. Pero claro, PageRank se basa en vínculos como ya hemos explicado antes. En cambio ellos lo que hicieron fue vincular las palabras, como en el juego de las palabras encadenadas al que jugábamos de niños. Es decir, una palabra está encadenada a otra si se te ocurre alguna relación entre ellas. Una vez que tenemos todas las palabras relacionadas con las demás en la medida de lo posible, podemos aplicar la fórmula y hacer un ranking de palabras. Naturalmente nuestro cerebro funcionaría como Google siempre que cuando nos pidan que digamos palabras que empiecen por “A”, de algún modo repliquemos ese ranking. Y así fue: los sujetos puestos a prueba dijeron las palabras de más importancia antes que las demás.

La primera explicación que se puede dar es que las conexiones neuronales presentan un tipo de red semejante al que ofrece Internet. Las neuronas que son objeto de muchas conexiones por parte de otras neuronas se convierten a su vez en importantes transmisores, del mismo modo que las webs a las que se llega por muchos sitios, acaban vinculando a muchos más.

“Nuestra aproximación al problema indica que es posible obtener nuevos modelos de la memoria humana mediante el estudio de sistemas de extracción de información exitosos, tales como los motores de búsqueda de Internet”, afirmaba Thomas Griffiths, responsable del proyecto. En la misma línea, se hace la propuesta de hacer el estudio a la inversa: en lugar de usar los buscadores de Internet para entender el cerebro, podríamos usar lo que sabemos del cerebro para mejorar los motores de búsqueda. Me imagino que el colmo del refinamiento de una cosa así será cuando tengas algo en la punta de la lengua, y sea el ordenador el que te lo diga.

sábado, enero 05, 2008

6 grados de separación: un abismo

A día de hoy casi todo el mundo conoce la teoría de los 6 grados de separación. Básicamente defiende que en promedio, cualquier persona A en el mundo tiene una separación de 6 grados con cualquier otra persona B. En otras palabras, que A conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a B. Cinco personas de media entre A y B.
Esto naturalmente rompe la intuición sobre lo conectados que creemos estar con el resto de los habitantes de nuestro planeta. “¿Qué me conecta a mi con un aldeano en Botswana?” Le pregunté hace un par de meses a un compañero de facultad. La respuesta fue rápida: “Bien, pues yo conozco a un chico que conoció al Papa. Así que tú (que eres mi amigo) estás a 3 grados del Papa. El Papa a su vez ha estado en contacto con los obispos de toda África, y cada uno de ellos trata con sus sacerdotes. Estos son normalmente conocidos en sus respectivas comunidades, si no de primera mano, como mucho de segunda. Y así es como estás a 6 grados de un Botswanero o Botswanense común”.
En su respuesta estaba la explicación de porqué son sólo 6 grados de media: a nivel mundial, en las redes sociales existe lo que se llaman “grandes conectores”. Estos son personas conectados a miles e incluso millones de personas. En el ejemplo de mi amigo, el gran conector era el Papa, naturalmente. De hecho, solemos estar a menos de seis grados de los grandes conectores.
Las redes sociales a pequeña y gran escala se caracterizan por ser del tipo “Small World”, que traducido sería como “El mundo es un pañuelo”. Son redes que no están ni totalmente centralizadas, ni totalmente descentralizadas. Tienen importantes núcleos de conexión desperdigados por toda su extensión. Para demostrar esta semidescentralización se hicieron los experimentos que condujeron a la teoría de los 6 grados. Estas pruebas son muy bonitas de contar, pero hoy me gustaría más hablar de qué cosas se han hecho en este tema últimamente.
Para algunos este asunto de la conectividad puede parecer una mera curiosidad, pero no suele pasar por alto que si estamos “tan cerca” unos de otros, tal vez con el sistema de mediación adecuado podríamos conectar con la persona más idónea para cualquier cosa que necesitáramos. Esta tarea de crearnos nuestra red personalizada de personas cercanas a nuestros intereses se llama “Networking”, actividad que algunos consideran muy egoísta e interesada, y otros la ven como fundamental para cualquier persona de negocios.
¿Y qué soporte podría usarse para un “sistema de mediación” potente? Naturalmente, Internet es la primera alternativa que casi todo el mundo propone. El Dr Watts, de Columbia University, intentó en 2001 replicar los primeros experimentos sobre los 6 grados pero en vez de hacerlo con correos normales (de papel), lo hizo con emails. Envió 24613 emails en cadena a distintas personas con la instrucción de que cada persona que los recibiera los firmara y los reenviara lo más cercano posible de una persona concreta elegida por Watts al azar. De todos esos emails, sólo 384 (menos del 2%) llegaron a su destino. Y lo hicieron en un promedio de 4 grados de separación.
¿Qué pasó con el resto? No es que la gente que los recibió no conociera a nadie más cercano al destinatario final, sino que no estaban interesados en el jueguecito de Watts. Una condición fundamental para una red social sólida es que sus miembros estén dispuestos a estar conectados y a servir de puente. En palabras de Watts: “Sólo porque esté a 6 grados del Presidente Bush no significa que me vayan a invitar a comer a la Casa Blanca”.
Siguiendo con Internet, la red social Facebook, que te hace el servicio de conectarte con conocidos de conocidos de conocidos, tiene una aplicación llamada “6 grados” que mide los grados de separación entre sus casi 11 millones de miembros. Hace menos de un mes esta media andaba por los 6.08 grados.