Algunas cosas vienen siendo globales, o al menos así las llamamos, más o menos desde comienzos de siglo. La consolidación de las comunicaciones y en particular de Internet nos acerca más que nunca a cualquier persona en cualquier parte del mundo. La economía nunca ha sido tan global, y nunca ha afectado tanto a nuestro bolsillo lo que ocurra en tierras lejanas. La globalización como fenómeno socioeconómico es una realidad para bien o para mal. Y como corresponde, el medioambiente también se ha convertido en un asunto planetario.
La negativa de Estados Unidos a firmar el Protocolo de Kyoto puso en jaque la última tentativa seria de frenar el efecto invernadero. La cosa quedó en un grupo amplio de países, pero con un efecto de conjunto poco importante. Finalmente Rusia firmó y salvó de refilón los mínimos necesarios para que todo el esfuerzo tuviera sentido.
Para entender las posibles consecuencias del calentamiento global, es importante recordar que la subida de las temperaturas es sólo una de las posibles consecuencias, pero que también es muy posible que a nivel local pasemos a temperaturas mucho más bajas. Sí, incluso en España esta es una posibilidad plausible. Un ejemplo de cómo podría suceder esto es el siguiente. El ya conocido y reconocido deshielo de los mares del norte tiende a desalinizar sus aguas (hay más disolvente para la misma cantidad de soluto). Una posible consecuencia de esto sería que las corrientes cálidas del Caribe que suben hasta el Cantábrico y Reino Unido se frenaran o incluso se pararan por completo. La consecuencia, además de la muerte de miles de especies marinas que viven de esas corrientes sería un descenso drástico de las temperaturas en Europa occidental que a todas luces nos afectaría.
En la dirección contraria (subida de temperaturas), las flores silvestres de todo el norte de Europa llevan varios años floreciendo dos semanas antes de lo habitual. Y los árboles de hoja caduca tardan casi un mes más en dejarlas caer cada otoño. En bosques milenarios como el pinar caledonio de las tierras altas escocesas da claras muestras de que una parte significativa de sus árboles se está secando. En África central el acceso al agua se ha agravado en zonas donde el hambre ya hace estragos. Nuevos brotes de peste están por venir, y no parece que tenga mucho arreglo. La próxima década será un holocausto para el pueblo africano, que notan no sólo el calentamiento global sino todas las pulgas que el perro flaco puede tener.
El mar también se empieza a rebelar con claridad. Diques como el del norte de los Países Bajos o el Támesis se cierran cada vez más a menudo en previsión de violentas mareas. Los enormes trozos de hielo que cada vez con más frecuencia encontramos en medio de los océanos tienen su efecto catalizador y contribuyen al deshielo. Que el nivel del mar sube ya no es cuestión de debate. Más de mil millones de aves que se alimentan de la capa superficial de las playas europeas pueden necesitar relocalizarse si no quieren desaparecer. Si la temperatura del mar sube 3 grados más en promedio (para esto queda tiempo) nos habremos cargado los arrecifes de coral de medio planeta.
Sobre los árboles, dejando las talas a un lado (si tal cosa es posible), el escarabajo asiático de cuerno alargado promete ser la próxima plaga. Y si se cuela en nuestras fronteras destruirá árboles en toda Europa por millones. Y hablando de plagas, últimamente hemos aprendido cosas sobre el mejillón cebra.
En climatología, el año pasado no había letras en el alfabeto para tantos huracanes. Necesitaron añadir el alfabeto griego. ¿Y qué tal ha estado de lluvias el mes pasado por Andalucía Occidental? En el sur de Escocia, desde donde escribo estas líneas, apenas ha llovido en las últimas cuatro semanas. Nadie se queja, pero todos saben que no es normal.