lunes, abril 24, 2006

Sexos frente al periódico

Recuerdo el pasado noviembre lo que ocurrió en mitad de un torneo de cierto deporte de playa en el que tuve ocasión de participar. Había cuatro pistas, y en cada una de ellas cinco jugadores por equipo empleándose a fondo a base de carretones y paradas bruscas. Músculos en tensión y nervios de acero. Todo como debía de ser hasta que el impresionante equipo de sonido que habían montado en la arena comenzó a emitir La Valquiria de Richard Wagner para disfrute de público y jugadores. Inmediatamente destacaron los jugadores que por hacerse los graciosos daban pasos de ballet sobre la arena mientras movían los brazos como si se ajustaran un tutú. Hasta aquí “jaja”, pero lo realmente interesante fue que el ritmo de juego cayó en picado. Los jugadores corrían menos, y se detenían más tiempo. Desde la grada se podía apreciar un cambio en el ambiente. Wagner había calmado a las fieras.
Los medios nos afectan, y mucho; sobre esto ya corren ríos de tinta. ¿Pero sería posible que nosotros, inconscientemente, echáramos mano de los medios para crear nuestro propio ambiente? Científicos de Ohio State University en colaboración con un equipo de Michigan han publicado un experimento que pone esto muy de relieve.
En la prueba participaron 86 estudiantes universitarios. El objetivo era nada menos que conseguir animadversión (lo que en mi pueblo llaman cabreo), y luego comprobar cómo reaccionaban ante un periódico. Pero vamos por partes.
A la mitad de los participantes se les dijo que al final de la prueba podrían evaluar al encuestador y opinar si merecía conservar el trabajo. A la otra mitad no se le dio ninguna posibilidad. Lo primero que se hizo con todos es ponerles durante dos segundos una foto por delante. En la foto siempre aparecía un tipo con cara de póker. Retiraban la foto y le daban a elegir entre seis estados de ánimo para que le asignaran uno al individuo. Esto lo repitieron con veinte fotos, todas con caras neutras.
Una vez que hicieron esto, se les dijo al azar una de las dos siguientes cosas: “Los datos muestran que usted acertó en un 45% y por tanto usted tiene una cierta limitación social” o bien “Los datos muestran que usted acertó en un 15% y por tanto usted es un inepto social”. El objetivo, como no, era tener un grupo de “leve enfado” y otro “bastante enfadado”. Nótese que daba igual lo que contestaron en la parte de las fotos.
Finalmente se les dio a leer un periódico digital que tenía doce artículos de actualidad. Seis de ellos eran de temas positivos (avances médicos, desarrollo...), y los otros seis eran de temas considerados negativos (injusticias sociales, guerras...). Sin embargo sólo tuvieron tiempo para leer unos pocos; los que más les interesaran. El ordenador registraba qué artículos del periódico digital habían elegido.
Los resultados reflejaron un comportamiento muy llamativo, y como en otras ocasiones, tenía que ver con el sexo del sujeto puesto a prueba. Los hombres calificados de ineptos sociales a los que además se les había dado la oportunidad de evaluar al encuestador escogieron artículos negativos y luego hicieron una crítica más dura del encuestador. Sin embargo, las mujeres en la misma situación eligieron artículos positivos que siguieron a una calificación menos dura del encuestador.
Parece, según los investigadores, que los hombres tienden a leer artículos que les permitan mantener la tensión en momentos de enfado, y que incluso pueden conseguir enconarlos más para descargar toda su furia en el momento que tengan oportunidad. Las mujeres, muy al contrario, buscan los artículos más positivos para disipar su enfado y con ello la tensión en un posible futuro enfrentamiento. Sin embargo ambos sexos se comportaron de forma semejante cuando no se les ofreció la oportunidad de vengarse, seleccionando más artículos positivos que negativos.
El corolario de esta experiencia es bien sencillo: los medios nos afectan, pero también nosotros los usamos para que encajen en nuestras situaciones y estados de ánimo. Tenemos pues en nuestra lectura un reflejo de cómo nos encontramos. A ver a qué página pasa usted el periódico ahora...

lunes, abril 17, 2006

Historia de una mancha

Galileo, incansable y tozudo de la verdad científica, apuntaba una tarde de verano de 1612 su telescopio directamente hacia el astro rey. Papiro y pluma en mano dibujaba las manchas que el Sol mostraba. El hecho de que nuestro Sol, a todas luces puro e inmaculado, tuviera manchas (si lo mirabas con más detenimiento) no era más que otra herejía para añadir a la lista que sus perseguidores iban confeccionando. Pero nada más lejos del astrónomo que mostrarse sensacionalista. Galileo quería saber de dónde venían las manchas del Sol y cómo se comportaban. Cada tarde dibujaba la nueva posición y forma de las manchas. Las conclusiones no tardaron en saltar del papel: las manchas viajaban sobre la superficie del Sol en un movimiento de rotación alrededor de un eje físico que lo atravesaba de lado a lado. No era pues muy arriesgado afirmar que, al igual que la Tierra, el Sol gira sobre su propio eje.
Como hacía sus dibujos aproximadamente a la misma hora cada día, el efecto de que las manchas atraviesan la superficie se puede ver pasando rápidamente las hojas que dibujó como en una secuencia de animación. Aquellos que tengáis Internet podéis ver una página dedicada al tema, así como las citadas animaciones en la dirección http://galileo.rice.edu/sci/observations/sunspot_drawings.html
Hoy sabemos que las manchas solares son espectaculares nudos magnéticos alimentados por el dínamo interno del Sol y trasladados por su cinturón de transporte. ¿Y qué es ese cinturón? Me voy a permitir una comparación un poquito burda: sabrá el lector que las corrientes marinas en nuestros océanos son uno de los agentes fundamentales a la hora de determinar el clima en la Tierra (Me remito al artículo publicado en esta sección el pasado 14 de diciembre). Bien, pues el Sol tiene sus propias corrientes que en lugar de estar regidas por las leyes de la hidrodinámica (el movimiento de fluidos), están regidas por las leyes de la electrodinámica (el movimiento de gases de partículas con carga eléctrica). Esas corrientes internas son las conocidas como cinturón de transporte del Sol.
Una mancha es pues una maraña electromagnética que emerge desde el interior del Sol a la superficie impulsada por el dínamo interno. ¿Por qué emerge? Porque el campo electromagnético bloquea el flujo de calor en esa zona, haciendo que la presión y la temperatura sean menores... la mejor comparación que se me ocurre es también la más obvia: una burbuja de aire subiendo hasta la superficie del agua. Durante varias semanas se muestra esplendorosa en la superficie del Sol, y acompaña su giro, tal y como pudo ver Galileo. Su temperatura es por ese entonces de unos cuantos miles de grados, que comparada con el panorama infernal que la rodea es bastante fresquito. Finalmente se desvanece dejando unos restos de campos magnéticos débiles llamados cadáveres. Estos cadáveres hacen un largo viaje hacia los polos magnéticos del Sol a la vez que se van hundiendo en la superficie. Cuando llegan a una profundidad de unos 200000 kilómetros bajo la superficie del Sol vuelven a ser alimentados y amplificados por el dínamo interno, de manera que vuelven a crecer para formar nuevas manchas solares a punto de emerger.
Esta es la vida y milagros de una mancha solar. Pero no piensen que por ser una mancha es digna de menosprecio; muchas de ellas son tan grandes como varios planetas juntos, y por supuesto más grandes que nuestra Tierra. Poca cosa somos en estas escalas.
Imagino que ahora, fascinados por mi prosa, correrán raudos a buscar las manchas en el Sol. Por variar, me permito desanimarlos: en los próximos meses verán pocas o ninguna mancha en el Sol. Desde inicios de 2006 nos encontramos en un periodo llamado ‘el mínimo solar’, pero esa, como muchas, es otra historia.


Modelo de mancha solar

jueves, abril 06, 2006

Pescadores de incautos

Para los que tenemos un trabajo que requiere estar pegados a Internet, la historia que cuento a continuación es pura rutina. Llegamos por la mañana y como si de un acto reflejo se tratara encendemos el ordenador para ver el correo electrónico. Pero, cómo no, tenemos que filtrar las cartas que van dirigidas realmente a nosotros en medio de un montón de cartas de lo más diversas y que día tras día acaban por convertirse en un verdadero incordio. Se trata del conocido SPAM o correo no deseado, que en España quedó oficialmente ilegalizado en la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y de Comercio Electrónico, publicada en el BOE del 12 de Julio de 2002.
Para llegar a este punto de repetido incordio matutino algo tendremos que haber hecho mal. En efecto, tiempo ha que un incauto (probablemente yo) registró el correo electrónico de mi empresa en el formulario web de alguna empresa de dudosa moral, que a su vez vendió los datos a algún adocenado SPAMMER (el que manda los correos ilegales) que se dedica a alegrarnos cada mañana con cartas falsas procedentes de Nigeria y ofertas de Viagra por Internet.
Las cartas de Nigeria son por excelencia el timo del tocomocho en Internet. Cada una de ellas es larga y elaborada. El remitente suele ser algún familiar de un empresario del petróleo, o incluso un político. A nosotros nos suele escribir el mismísimo Charles Taylor, ex-presidente de Liberia requerido por La Haya por crímenes de guerra (¡qué honor!). Bueno, pues el tipo que escribe en nombre de Charles Taylor nos dice que tiene una cuenta con ‘nosecuantos’ millones de dólares, y que busca un inversor europeo a quien transferirle el dinero para que lo administre. La víctima que contesta a semejante propuesta es animada a enviar una cantidad inicial a una cuenta para los primeros trámites, y una vez hecho se acabó la historia. Charles Taylor desaparece, y el dinero de la víctima también.
Si bien el tráfico de virus informáticos a través del correo electrónico ha disminuido, no podemos decir lo mismo de la sustracción de identidad o Phishing, que actualmente se encuentra en la cresta de la ola de los timos. También suele llegar en forma de correos electrónicos, pero en esta ocasión el mensaje intenta emular la imagen corporativa de algún banco o entidad financiera conocida. Te cuentan que tu clave de acceso al banco ha sido suspendida por razones de seguridad, y que por favor rellenes cierta página web con tu clave para reactivarla. Por supuesto, la página web donde rellenas tus datos personales y tu clave también tiene la imagen corporativa del banco que intentan emular. Es fácil imaginar las consecuencias de rellenar dicho formulario. Los ladrones de identidad lanzan su anzuelo sin necesidad de saber si el banco que emulan es el tuyo o no. De unos cuantos miles de correos, tal vez unos cientos vayan dirigidos a gente que da la casualidad que son clientes del banco que emulan. Y puede que de esos cientos alguno caiga en la trampa. El año pasado se registraron en España unos 300 casos de mordedura de anzuelo. Aunque son los norteamericanos los están a la cabeza en lo que a ingenuidad se refiere (también son los que más ataques reciben). La última moda es emular no sólo a bancos, sino a instituciones del gobierno regional y nacional; digno de un artesano (con perdón de los artesanos).
Aprovecho el cierre de esta semana para hacer un llamamiento a todos aquellos aficionados a las cartas en cadena. Si os sorprende que recibáis tanto correo basura, ya os he dicho la causa. Las cartas en cadena son el medio más habitual para coleccionar direcciones de e-mail activas y enviarles SPAM. Incluso esas presentaciones tan bonitas en Powerpoint son a veces ganchos para que vuestra dirección de e-mail circule en alguna cadena. Y no, no os van a cerrar urgentemente la cuenta de Hotmail si no enviáis 18 e-mails. Tampoco va a llegar ningún e-mail con el título “Torturas de la dictadura Argentina” que contenga virus. Todos estos son globos sonda de los SPAMMERS para que de envío en envío se vayan acumulando direcciones que correo electrónico que eventualmente vuelven a ellos y pueden utilizar de forma ilegal. Afinemos esa picaresca que tanto nos caracteriza. No dejemos que nos engañen; el 90% es cuestión de sentido común.