“Este libro no le ayudará a ganar dinero, pero puede que al menos le ayude a no perderlo”. Esta es una de las pocas citas honestas que se encuentran entre las publicaciones de corte divulgativo sobre la Bolsa y los Mercados Financieros. Está sacada del libro “Fractales y Finanzas” de Benoit Mandelbrot, publicado en 2004. El padre de los fractales presenta las primeras ideas para un futuro análisis de la Bolsa basado en la geometría fractal. Pero no me propongo llegar tan lejos en la columna de hoy. Sólo explicar qué son los fractales da para rato; así que intentaré al menos describir someramente la problemática del análisis de los mercados hoy en día desde un punto de vista físico-matemático.
En primer lugar es necesario recalcar que los mercados son turbulentos, y mucho. Esto ya no sorprende a nadie, pero todavía son muchos los analistas técnicos que no se dan por enterados. Voy a tratar de definir turbulento como lo haría un matemático, pero sin usar matemáticas (a ver...). Turbulento es cualquier fenómeno, normalmente imprevisto, que no responde a la norma, o mejor dicho, a lo normal. Por ejemplo, si en un bosque de pinos de más o menos 10 metros y nos encontramos un pino de 100 metros, eso no es normal. Es una perturbación, y fuerte, de lo normal. Tendemos a querer ver muchas cosas como normales, y nos escandalizamos de las que no son normales (a menudo por ser cerrados de mente). De nuevo con las alturas, una persona de 4 metros no pasaría inadvertida. Sería un espectáculo. Rompe la norma, lo normal.
Por eso, en la Bolsa, todos admitimos que los saltos de los valores son inesperados, pero no tantos admiten que además se salen de la norma. La herramienta más usada desde el nacimiento de la Bolsa como tal es la estadística lineal. Esta estadística tiene como idea de fondo que en los valores de la Bolsa se producen saltos, pero casi nunca espectaculares. Caídas graves como las de 1987 (ver imagen) y 1997 sólo deberían producirse una vez cada 10000 años según la estadística lineal, y sin embargo vemos que suceden con muchísima más frecuencia. La famosa fórmula de Black-Scholes, ganadora del Premio Nobel de Economía, también se basa en que los mercados son “normales”. Y ya está más que demostrado que no es fiable, o no lo suficiente.
Matemáticamente, la Bolsa no se ajusta bien a la estadística lineal. Más bien encaja con las llamadas leyes potenciales, que vienen a decir que cosas muy muy embrutecidas pueden ocurrir, y a menudo (¿No es ese más bien el mundo en el que vivimos?). Desafortunadamente las leyes potenciales no tienen un cuerpo de doctrina tan extenso, y están todavía en estudio.
La segunda cosa que creo merece la pena recalcar es que los Mercados Financieros son efectivos. Para explicar esto me remito a aquella adivinanza que decía “¿Qué es esa cosa, que si la liberas de su celda se muere? Un secreto”. Claro, si un secreto es conocido por todos, ya deja de ser un secreto. Esto sucede en la Bolsa de una forma muy clara. Si yo averiguo un modo de sacar partido del mercado, y se entera más gente, eventualmente ese truco dejará de servir porque demasiadas personas intentarán sacar partido de él, y no cabremos a tanto a la hora de repartir el beneficio. Hay muchos ejemplos de esto. Pero lo que quiero sacar en claro es que independientemente de cuánto avancemos en el conocimiento de la Bolsa, cualquier técnica nueva que salga perderá su validez en cuanto se vuelva popular. Es el ratón que corre en la rueda, y nunca llega a ninguna parte.
Y estas son sólo un par de aproximaciones al tema. La oscuridad que tiene este asunto se puede ver desde muchos ángulos diferentes. Por eso es habitual que los analistas fundamentales hablen de cosas que sí son más entendibles para todos: miedos, oportunidades, rumores, estrategias... Una vez más, el mundo en el que vivimos.