lunes, junio 15, 2009

Luz de luna, el reflejo de la vida

Durante los últimos diez años se han acelerado los proyectos de búsqueda de planetas. Y con ellos se están refinando los métodos para elucubrar en la distancia si dichos planetas albergan vida. Como el lector se puede imaginar, lo primero es mucho más fácil que lo segundo: una vez encontrado un planeta orbitando una estrella, no deja de ser más que un punto, a veces iluminado por su estrella, a años luz de nosotros.
Tanto a nivel cósmico como dentro del laboratorio, el análisis de objetos desconocidos también se hace de otra manera: mediante el espectro de transmisión. Básicamente consiste en poner una luz a un lado del objeto, y mirarlo desde el lado contrario para ver qué longitudes de onda ha absorbido. Las longitudes de onda que no absorbe se pasan por un prisma y nos dan su espectro: la huella dactilar del objeto, una idea sobre cuál es la composición química del mismo.
En el caso de los planetas, la luz que esperamos tener por detrás es la de su estrella. De los 342 planetas que hemos encontrado hasta la fecha, hay 58 con una órbita tal que en algún momento el planeta se coloca entre su estrella y nosotros. De este modo sería posible medir su espectro. Este será uno de los trabajos del telescopio James Webb, una vez que sea puesto en órbita por la NASA en el 2014.
La pregunta es, ¿qué esperamos ver? ¿Cuál es el espectro de un planeta que alberga vida? Como el único planeta conocido que alberga vida es el nuestro, lo ideal sería conocer nuestro propio espectro. Pero claro, eso significaría mandar un observador a cierta distancia de la Tierra, y en un momento en el que la Tierra esté entre el observador y el Sol medir su espectro.
El equipo de Enric Pallé en el Instituto de Astrofísica de Canarias junto con University of Central Florida han dado con una solución más fácil para medir nuestro propio espectro. En lugar de mandar ningún observador al exterior, han esperado a que hubiera un eclipse lunar. De esta manera, los rayos difractados por nuestra atmósfera en el momento del eclipse han golpeado la Luna. Y de la Luna nos han llegado rebotados directamente a nuestros observatorios. La Luna ha servido de espejo a la hora de observar el espectro de la Tierra.
En la publicación de Nature del pasado 11 de Junio, Pallé presenta un espectro para la Tierra en el que se pueden apreciar las líneas del ozono, oxígeno, agua, dióxido de carbono, nitrógeno y componentes de nuestra ionosfera. Haciendo la reducción de intensidad que correspondería a buscar este espectro en un planeta lejano, encuentran que el espectro todavía sería apreciable. Disponemos así de una referencia a la hora de buscar planetas como el nuestro.



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miércoles, febrero 18, 2009

Escatología solar

Probablemente vivimos en el momento más aburrido de la historia de nuestro Sistema Solar. Los planetas están anclados en órbitas con frecuencias idóneas para que el Sistema no se desmonte fácilmente. En la Tierra, tenemos una Luna que evita que la Tierra se ponga a girar de modo irregular, cosa que complicaría mucho las condiciones para la vida. Tenemos a Júpiter, que es un muro de contención que se traga o desvía miles de objetos que de otra manera llegarían hasta nosotros. El Sol está en el punto ideal para que la Tierra tenga temperaturas idóneas para la vida... Es lo que llaman en ciencias un sistema “Ricitos de oro”: ni demasiado frío, ni demasiado caliente.
Pero esto no puede durar para siempre. La pregunta es cuál de los muchos posibles desastres nos golpeará primero.
La Luna se aleja de nosotros a razón de 3.8 metros por siglo, y acabará por dejarnos con el peligro de que en su camino colisione con Venus o Marte. Esto sin hablar de los efectos climáticos que sufriremos en su ausencia.
El Sol por su parte morirá dentro de 6000 millones de años. Alguien dirá que nos da tiempo a tomar el café, pero lo cierto es que las cosas se pueden poner muy feas mucho antes de eso. El Sol está en brillo ascendente, y se espera que basten 2000 millones de años para que chamusque la Tierra todo lo que hay sobre ella.
Durante este tiempo, Marte tiene un 2% de probabilidades de desviarse por la influencia de Júpiter, e iniciar una catástrofe. Si no se desvía, para cuando la Tierra esté bien calentita, Marte tendría unas temperaturas ideales para ser habitada. Pero una vez más, el sueño marciano tiene caducidad: durante este periodo el Sol agotará sus reservas de hidrógeno, y se hinchará para convertirse en una gigante roja aumentando en más de un millón de veces su tamaño. Se tragará a Mercurio y a Venus, y según algunas estimaciones también se tragará a la Tierra. Para entonces Marte estaría bien churruscadita.
Las lunas heladas de Júpiter y Saturno serían en ese punto capaces de albergar vida. Entre todas ellas Titán es la más idónea para un proceso evolutivo, ya que derretiría materiales adecuados para el famoso caldo de cultivo. En medio de la evolución Titaniana, los cielos de Titán darán las noches más bonitas que jamás haya visto nuestro Sistema Solar. La galaxia Andrómeda estará colisionando con la vía láctea, formando un conjunto de dos galaxias que hemos dado en llamar “Lechómedra” o “Lactómedra”. Las vistas de la aproximación y posteriormente colisión de Andrómeda serán espectaculares.
De nuevo, la vida en Titán sería solo un breve episodio 5000 millones de años en el futuro. El Sol colapsará y se convertirá en una enana blanca. Y este podría ser el menor de los males. Material procedente de Andrómeda podría literalmente machacar todo el Sistema Solar. Aunque es remota, existe también la posibilidad de que un nudo gravitatorio producido por la colisión entre galaxias mande al Sistema Solar intacto, lejos de ambas galaxias. Ya en espacio intergaláctico, el Sol (ya una teórica enana negra) se iría apagando y los planetas irían uno a uno colapsando sobre él en espiral descendente, hasta que el Sistema Solar se perdiera en la oscuridad.