Probablemente vivimos en el momento más aburrido de la historia de nuestro Sistema Solar. Los planetas están anclados en órbitas con frecuencias idóneas para que el Sistema no se desmonte fácilmente. En la Tierra, tenemos una Luna que evita que la Tierra se ponga a girar de modo irregular, cosa que complicaría mucho las condiciones para la vida. Tenemos a Júpiter, que es un muro de contención que se traga o desvía miles de objetos que de otra manera llegarían hasta nosotros. El Sol está en el punto ideal para que la Tierra tenga temperaturas idóneas para la vida... Es lo que llaman en ciencias un sistema “Ricitos de oro”: ni demasiado frío, ni demasiado caliente.
Pero esto no puede durar para siempre. La pregunta es cuál de los muchos posibles desastres nos golpeará primero.
La Luna se aleja de nosotros a razón de 3.8 metros por siglo, y acabará por dejarnos con el peligro de que en su camino colisione con Venus o Marte. Esto sin hablar de los efectos climáticos que sufriremos en su ausencia.
El Sol por su parte morirá dentro de 6000 millones de años. Alguien dirá que nos da tiempo a tomar el café, pero lo cierto es que las cosas se pueden poner muy feas mucho antes de eso. El Sol está en brillo ascendente, y se espera que basten 2000 millones de años para que chamusque la Tierra todo lo que hay sobre ella.
Durante este tiempo, Marte tiene un 2% de probabilidades de desviarse por la influencia de Júpiter, e iniciar una catástrofe. Si no se desvía, para cuando la Tierra esté bien calentita, Marte tendría unas temperaturas ideales para ser habitada. Pero una vez más, el sueño marciano tiene caducidad: durante este periodo el Sol agotará sus reservas de hidrógeno, y se hinchará para convertirse en una gigante roja aumentando en más de un millón de veces su tamaño. Se tragará a Mercurio y a Venus, y según algunas estimaciones también se tragará a la Tierra. Para entonces Marte estaría bien churruscadita.
Las lunas heladas de Júpiter y Saturno serían en ese punto capaces de albergar vida. Entre todas ellas Titán es la más idónea para un proceso evolutivo, ya que derretiría materiales adecuados para el famoso caldo de cultivo. En medio de la evolución Titaniana, los cielos de Titán darán las noches más bonitas que jamás haya visto nuestro Sistema Solar. La galaxia Andrómeda estará colisionando con la vía láctea, formando un conjunto de dos galaxias que hemos dado en llamar “Lechómedra” o “Lactómedra”. Las vistas de la aproximación y posteriormente colisión de Andrómeda serán espectaculares.
De nuevo, la vida en Titán sería solo un breve episodio 5000 millones de años en el futuro. El Sol colapsará y se convertirá en una enana blanca. Y este podría ser el menor de los males. Material procedente de Andrómeda podría literalmente machacar todo el Sistema Solar. Aunque es remota, existe también la posibilidad de que un nudo gravitatorio producido por la colisión entre galaxias mande al Sistema Solar intacto, lejos de ambas galaxias. Ya en espacio intergaláctico, el Sol (ya una teórica enana negra) se iría apagando y los planetas irían uno a uno colapsando sobre él en espiral descendente, hasta que el Sistema Solar se perdiera en la oscuridad.