Durante los últimos diez años se han acelerado los proyectos de búsqueda de planetas. Y con ellos se están refinando los métodos para elucubrar en la distancia si dichos planetas albergan vida. Como el lector se puede imaginar, lo primero es mucho más fácil que lo segundo: una vez encontrado un planeta orbitando una estrella, no deja de ser más que un punto, a veces iluminado por su estrella, a años luz de nosotros.
Tanto a nivel cósmico como dentro del laboratorio, el análisis de objetos desconocidos también se hace de otra manera: mediante el espectro de transmisión. Básicamente consiste en poner una luz a un lado del objeto, y mirarlo desde el lado contrario para ver qué longitudes de onda ha absorbido. Las longitudes de onda que no absorbe se pasan por un prisma y nos dan su espectro: la huella dactilar del objeto, una idea sobre cuál es la composición química del mismo.
En el caso de los planetas, la luz que esperamos tener por detrás es la de su estrella. De los 342 planetas que hemos encontrado hasta la fecha, hay 58 con una órbita tal que en algún momento el planeta se coloca entre su estrella y nosotros. De este modo sería posible medir su espectro. Este será uno de los trabajos del telescopio James Webb, una vez que sea puesto en órbita por la NASA en el 2014.
La pregunta es, ¿qué esperamos ver? ¿Cuál es el espectro de un planeta que alberga vida? Como el único planeta conocido que alberga vida es el nuestro, lo ideal sería conocer nuestro propio espectro. Pero claro, eso significaría mandar un observador a cierta distancia de la Tierra, y en un momento en el que la Tierra esté entre el observador y el Sol medir su espectro.
El equipo de Enric Pallé en el Instituto de Astrofísica de Canarias junto con University of Central Florida han dado con una solución más fácil para medir nuestro propio espectro. En lugar de mandar ningún observador al exterior, han esperado a que hubiera un eclipse lunar. De esta manera, los rayos difractados por nuestra atmósfera en el momento del eclipse han golpeado la Luna. Y de la Luna nos han llegado rebotados directamente a nuestros observatorios. La Luna ha servido de espejo a la hora de observar el espectro de la Tierra.
En la publicación de Nature del pasado 11 de Junio, Pallé presenta un espectro para la Tierra en el que se pueden apreciar las líneas del ozono, oxígeno, agua, dióxido de carbono, nitrógeno y componentes de nuestra ionosfera. Haciendo la reducción de intensidad que correspondería a buscar este espectro en un planeta lejano, encuentran que el espectro todavía sería apreciable. Disponemos así de una referencia a la hora de buscar planetas como el nuestro.