El cúmulo de experiencias vividas por cada uno de nosotros define profundamente nuestra forma de comportarnos. Desde cierto punto de vista, podemos decir que somos lo que recordamos, lo que aprendemos. Todos tenemos una lista de momentos estelares que marcaron o cambiaron nuestras vidas. En esta línea, la llamada “experiencia” no es más que un meticuloso procesado de recuerdos que da como resultado enseñanzas y precauciones para andar por este mundo.
Pero, ¿cuántos de esos recuerdos que hacemos propios son realmente nuestros? Equipos de investigación de Duke University en Durham y la Universidad de Canterbury en Christchurch llevan 5 años publicando trabajos que muestran que hay una cantidad considerable de recuerdos que asumimos como propios, pero que en realidad pertenecen a otros. El tema se nota particularmente en los hermanos gemelos, pero también afecta a hermanos corrientes, parientes o amigos cercanos.
El asunto podría ser simplemente anecdótico, si no fuera porque existen situaciones en las que es importante que tengamos las ideas lo bastante claras (véase, declarando en un juicio). Pero la cosa no queda ahí; los estudios publicados hasta la fecha muestran que, sin maldad por parte del sujeto, los recuerdos parecen organizarse de forma tendenciosa.
Vayamos por partes. En 2001 se publicó un trabajo que extraía conclusiones de las conversaciones tenidas con 20 parejas de hermanos gemelos del mismo sexo. En dichas charlas se destaparon un total de 36 disputas por recuerdos concretos, y sólo 15 de ellas habían sido discutidas con anterioridad por los gemelos involucrados. Las otras 21 salieron a la luz durante esas sesiones para sorpresa de los participantes.
Mercedes Sheen, perteneciente al grupo de investigación de Canterbury, tiene una hermana gemela, y cuenta una experiencia de este tipo: “Mi hermana y yo tenemos una disputa relativa a un primer beso en un campamento de verano cuando teníamos 12 años. El chico en cuestión era el ‘guaperas’ del campamento, y aunque las dos creemos con fuerza que estábamos allí, el suceso (esperamos) lo vivió sólo una de nosotras”.
En otro estudio se entrevistaron a 69 personas cercanas entre sí. Seis de ellos mostraron disputas por recuerdos: la mitad con algún hermano y la otra mitad con algún amigo.
Juntando las disputas por recuerdos de varios estudios, se pudo ver también que en la mayoría de los casos los participantes se atribuyen los recuerdos a sí mismos. Pero también se dieron situaciones en las que ambos reclamaban que el recuerdo en cuestión pertenecía a su hermano o amigo y no a sí mismo. De este estudio se pudo extraer el tendencioso patrón que antes mencioné:
En primer lugar predominan los recuerdos de errores y situaciones de mala suerte antes que los de éxito y valentía. Además se puede apreciar claramente en los resultados que son las mujeres las que más disputas de recuerdos tienen. La razón de esto, según los investigadores es que “las mujeres comparten más recuerdos que los hombres”.
Por otro lado, es más frecuente reclamar para uno mismo los recuerdos buenos (cosa que ocurrió en 17 de los 18 casos), mientras que los malos se resisten a ser reconocidos (28 de 43 malos recuerdos).
En esta misma línea, uno de los últimos trabajos, publicado en 2004, mostraba con más claridad una tendencia a atribuir los éxitos directamente a nosotros mismos, mientras que los errores se debían en general a “causas externas”. También se ponía de manifiesto que los recuerdos negativos suelen ser olvidados con mayor facilidad. El ya conocido mecanismo de defensa de la psique para ayudarnos a sobrellevar las cargas del pasado.
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