¿Quién se acuerda hoy del agujero de la capa de ozono? Tras su descubrimiento en los años 80, los gobiernos del mundo reaccionaron con relativa prontitud y firmaron el Protocolo de Montreal. El resultado fue un exitoso reciclado de la industria de los aerosoles, los sistemas de aire acondicionado y en general cualquier dispositivo emisor de gases como los cloroflourocarbonos, más prosaicamente conocidos como CFCs.
Desde entonces la noticia se fue diluyendo en el tiempo, y hoy rara vez aparece en la prensa o en televisión. Tanto es así, que la noción de cómo es exactamente la capa de ozono, y cómo es el agujero, no es algo claramente conocido por el público en general. Tanto en castellano (capa), como en inglés (layer), la semilla semántica de la palabra nos da a entender que se trata de una superficie de poco grosor, salvo que expresamente se diga que es una capa gruesa. Esto se ve reforzado en el caso de la capa de ozono por el hecho de que se ha hablado muchas veces de lo frágil que es. Sin embargo la capa de ozono, junto con otros gases estratosféricos, es perceptible desde los 15 hasta los 35km por encima de la superficie de la Tierra. Entre los 20 y los 25km es donde alcanza su mayor densidad. Según en qué escalas estemos trabajando, se puede decir que no es ni mucho menos un cuerpo despreciable (recordemos que cubre casi todo el planeta).
En cuanto al agujero, que alguna vez hemos visto en imágenes bailando entorno al continente antártico, podemos recordar el dato de que es tan grande como Estados Unidos y Canadá juntos (unos 24 millones de kilómetros cuadrados). Por toda esa superficie los rayos ultravioleta atraviesan con menos impedimento de lo debido, contribuyendo a los efectos que todos ya conocemos.
Pero probablemente la razón por la que hoy nos acordamos menos de la capa de ozono es que cuando fue descubierta se erigió como símbolo de lo bárbaros que somos en lo que a ecología y cuestiones ambientales se refiere. Sin embargo, hoy el problema de la capa de ozono es uno más en la lista de un fenómeno que sí sale mucho más a menudo en la prensa: el calentamiento global. Las cosas se complican.
El agujero de la capa de ozono registró su mayor tamaño el año pasado. Y a pesar de semejante noticia, no sería correcto decir que las cosas han ido únicamente a peor. De hecho hay más buenas noticias que malas a este respecto. Aunque el agujero parezca más grande que nunca, también es sabido que la capa se ha visto reforzada en el resto del planeta (en promedio). Hay estudios que muestran con bastante consistencia que el Protocolo de Montreal está teniendo el efecto deseado. Estar totalmente seguros de la causa es muy complejo, porque la capa se ve afectada por fenómenos como la climatología (para bien y para mal), las tormentas solares (para bien) o las erupciones volcánicas (para mal). No sería pretencioso adelantar la posibilidad de que dentro de 30 a 60 años volviéramos a los niveles de hace 30 años, o incluso a la recuperación total de la capa. Más tiempo nos dará sin duda más certidumbre.
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