¿Se podrá alguna vez superar la velocidad de la luz? Pregunta donde las haya. Y como ésta hay muchas otras sobre los límites que al parecer nos impone la naturaleza: ¿Hemos encontrado ya las partículas más pequeñas que existen? ¿Hemos visto por fin los límites de nuestro universo? ¿Seremos alguna vez capaces de burlar la gravedad, o de viajar al pasado? Aunque todas estas preguntas pueden admitir un simple “sí” o “no” por respuesta, se hace muy necesario matizar bien cada cuestión, porque con demasiada frecuencia hay malentendidos muy bien aprovechados por publicaciones de corte científico-sensacionalista.
Es muy popular aseverar que la ciencia no tiene límites. Esta es una afirmación conocida, y que yo acepto, pero añadiría: la ciencia no tiene límites en el sentido de que nunca dejamos de sacar nuevos conocimientos de lo que nos rodea, pero sí tiene límites en el sentido de que no podemos reinventar el mundo. Me explico: a menudo te encuentras con gente que parece abierta de miras por que afirman que todo es posible y todo se conseguirá. “Se superará la velocidad de la luz” dicen. Y también: “No hay límites, todas las barreras caerán”. Este tipo de discursos pueden ser emocionantes, pero están muy alejados de la sencilla manera de proceder en ciencias.
Con esto no pretendo ser abanderado de la razón científica. Simplemente digo que el progreso científico va por caminos muy diferentes. La manera prudente de contestar por ejemplo a si la velocidad de la luz será rebasada es algo así: Miren ustedes, lo que hemos podido ver hasta hoy, es que es imposible, pero de mañana no sabemos nada. Aunque me atrevería a afirmar en base a todo este tiempo de observación, que casi seguro mañana todas las leyes de la naturaleza serán las mismas que hoy.
Un ejemplo más sencillo: ¿Alguien duda de que mañana saldrá el sol? Es una ley, porque viene saliendo todos los días. Sería muy llamativo reinventarse el asunto y decir que dentro de pocos días no saldrá.
Algunos contestan, por ejemplo: ¿Y no decían en el siglo XIX que era imposible volar? Bueno, en efecto, hubo gente que no lo vio posible. Pero lo que nunca hubo es una ley que dijera rotundamente: “Es imposible volar”. Así, al comenzar el mundo de la aviación, se demostró lo contrario. Pero ninguna ley fue derribada.
Los más informados podrían responder: ¿Y no superó la mecánica de Einstein a la de Newton? ¿No superó la teoría cuántica de la materia a la clásica? ¿No superó la geometría de Riemann a la de Euclides? Pues no señores, no. En ninguno de esos casos fueron derribadas las leyes antiguas. Antes bien, fueron mejoradas y ampliadas, lo que supone un reforzamiento intrínseco de las mismas. A saber, la NASA mandó gente a la luna sirviéndose de la “anticuada” mecánica de Newton, porque no les hace falta tanta precisión como la que ofrece la relatividad de Einstein.
Para enamorarse de la ciencia no es necesario un espectáculo de fuegos artificiales y grandes fenómenos. Basta con dar testimonio sencillo y claro de lo que vemos cada día, y la naturaleza se encargará de sorprendernos con lo que menos nos esperamos. Y por si fuera poco, nos irá dejando por el camino todos esos conocimientos para hacer tostadoras, coches, teléfonos… y en fin, miles de regalos del saber, que hoy disfrutamos. Así de fascinante y sencillo es este universo, con sus leyes “inquebrantables”.
Ya que la cosa va de preguntas, aprovecho para animar a cualquier lector que tenga preguntas o alguna curiosidad sobre ciencias a que nos las mande a la redacción o al correo electrónico de esta sección.
Los comienzos de la aviación
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