Hablábamos la semana pasada de las dos sondas Voyager, que se encuentran en las fronteras de nuestro sistema solar rumbo a lo desconocido. Cuando se agote toda la energía de sus reactores, simplemente se dejarán llevar por su propia inercia, que es mucha gracias a la enorme velocidad que han alcanzado.
Pero aunque dejen de comunicarse con nosotros, todavía tienen una misión muy especial que cumplir: llevar un mensaje a cualquier forma de vida inteligente que encuentren en su camino.
Y no son las dos primeras en hacerlo, de hecho son la tercera y la cuarta, ya que antes de las sondas Voyager I y II, se lanzaron las Pioneer 10 y 11, que llevaban una pequeña placa donde se identificaban entre otras cosas, el tiempo y el espacio en el que nos encontramos nosotros (ver imagen). Un hombre saluda junto a una mujer, y en la parte de abajo aparece esquemáticamente nuestro Sistema Solar, con la trayectoria de escape de las sondas. Todo está hecho de manera simbólica en un lenguaje lo más simplificado posible, pensado especialmente para que pueda ser procesado con relativa facilidad.
Para las sondas Voyager se preparó un mensaje mucho más elaborado. Tomaron un disco fonográfico de cobre de 30 centímetros chapado en oro y serigrafiado bajo el título “Sonidos de la Tierra”. En él grabaron una selección de 115 imágenes de nuestro mundo, además de una variedad de sonidos tales como las olas, el viento, pájaros, ballenas, monos, perros, grillos, ranas, volcanes, terremotos, burbujas, y demás sonidos característicos. Luego pusieron 95 minutos de música de distintas épocas y culturas, y saludos en 55 idiomas que van desde el Akkadian, que fue hablado hace 6000 años, hasta el Wu, que es un dialecto moderno del Chino. A esto le sigue un mensaje del Presidente de los Estados Unidos (que era Carter en el momento en el que se lanzaron las sondas) y otro del entonces Secretario General de Naciones Unidas. Finalmente grabaron una hora con impulsos eléctricos de los pensamientos, latidos del corazón de un ser humano, y el movimiento de los ojos y los músculos, para que nuestros vecinos estelares pudieran saber cómo nos sentimos. Probablemente esta sea la parte que menos entiendan, o incluso que no entiendan en absoluto, porque está recogida como una acumulación de golpes sonoros sin orden aparente. De todas maneras se pensó que el intento merecía la pena, por si están capacitados para distinguir el fondo orgánico de todos estos sonidos.
El disco va en una funda de aluminio y acompañado de todo lo que hace falta para poder reproducirlo, manual de instrucciones incluido. De nuevo, todo está en un lenguaje simbólico que explica también el origen de la nave de un modo parecido a como lo hacían las placas de las Pioneer.
A la velocidad que van, se estima que pasarán unos 2 millones de años hasta que lleguen a las primeras estrellas que hay en sus caminos. Si es que llegan. Y si llegan después de tanto viaje, puede que encima no encuentren a nadie esperando. Pero por baja que sea la probabilidad de éxito de las viajeras y las pioneras, ilusiona pensar en el caso de que ocurra el milagro, y lleguen a manos de nuevos amigos.
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