Estamos ya bien metidos en el verano y las reservas de agua se van agotando a un ritmo preocupante. Los últimos informes del Ministerio de Medio Ambiente hablan de una caída del 1.3% cada semana si promediamos el nivel de todos los embalses del país. Esto nos sitúa en el 53%, que es un 20% menos que el año pasado por las mismas fechas. La situación es especialmente seria en las cuencas del Segura (15%), la del Júcar (27.4%) y la del Sur (39%). La prensa habla de la polémica del trasvase Tajo-Segura. Imposible que todos queden contentos.
Un sistema tan dependiente de la infraestructura y la climatología acabará dándonos alguna época de crisis antes o después. Máxime en un periodo en el que el calentamiento global nos aleja del equilibrio climatológico cuasiperiódico que el planeta ha venido disfrutando hasta la intervención industrial del hombre.
Necesitamos agua de donde sea. El 67% de la superficie terrestre son océanos y mares. Este agua representa el 97% de toda la del planeta. Luego sólo el 3% es agua dulce. De este 3%, las dos terceras partes es agua helada de los glaciares. Así que nos queda aproximadamente el 1% del agua para uso propio, y la tenemos que tomar de ríos, lagos, aguas subterráneas... que dicho sea de paso, la necesitan para mantener la riqueza de los valles que riegan.
El escritor e inventor Alberto Vázquez Figueroa, presentaba en uno de los cursos que organiza la fundación Rey Juan Carlos en Aranjuez el pasado 7 de Julio un sistema de desaladora de agua de mar por ósmosis inversa muy original. Le ha llevado 6 años diseñar el sistema, montar la empresa y pagar las correspondientes patentes. El sistema se sirve de energía eléctrica residual para elevar agua de mar hasta más de 600 metros de altura, en las montañas más cercanas a la costa. El agua se deposita en balsas, y se vuelve a dejar caer por tuberías que la ponen a unas 6 atmósferas de presión. En este estado consiguen que el 45% del agua quede desalinizada, frente al otro 55% sobresalinizado. Y de paso se aprovecha la bajada para producir parte de la energía eléctrica que se utilizó para subir el agua en primer lugar.
El sistema de Vázquez Figueroa ya se está montando en Almería, e Israel ha comprado la patente. Los países en vías de desarrollo podrán acceder al invento sin tener que pagar los derechos correspondientes. El gobierno español lleva ya varios años proyectando desaladoras por ósmosis inversa, que no son las de Vázquez Figueroa, en las zonas de mayor necesidad del país.
En líneas generales la desalación por ósmosis inversa sigue los siguientes pasos: Se drena el agua para quitar las hojas, algas y objetos más grandes. Un tratamiento de cloro desinfecta el agua y evita que vuelvan a crecer las algas. Esto también previene que los filtros que vendrán a continuación queden obstruidos. Se usan filtros de arena para eliminar sólidos, y se aplican coagulantes que precipiten las partículas que quedan suspendidas. Finalmente nos ayudamos de la gravedad para pasar el agua por un filtro de carbón poroso, y la tratamos con ácido para regular su pH. La ósmosis inversa se lleva acabo en una membrana semipermeable sobre la que se presiona el agua a más de 20 atmósferas. El agua pasa, mientras que el cloruro de sodio se queda en el camino.
Las expectativas actuales para la desalación del agua como recurso están en la línea de que sirvan de paliativo. Se puede decir que a medio plazo no serán la solución de una sequía seria, pero podrían aliviarla un poco. Lo mejor de ella, claro está, es que podemos considerar que la materia prima es prácticamente ilimitada. Veremos a dónde nos lleva esta tecnología.
No hay comentarios:
Publicar un comentario