lunes, julio 18, 2005

En la cabina de una lanzadera de RENFE

A mi vuelta de un fantástico fin de semana en Córdoba, subo a la cada vez más popular lanzadera de AVE. Me han asignado el vagón 4, que es el último y por tanto el contiguo a la cabina del tren. Así que suelto las maletas y cuando me siento me doy inmediatamente cuenta de que la puerta de la cabina está abierta de par en par. No me lo pienso dos veces, y me acerco hasta la mismísima puerta para echar un vistazo. Dentro de la cabina a derecha e izquierda hay varios muebles con tomas de corriente de cada uno de los departamentos del tren, así como de partes de la cafetería, los servicios, etc. Todos los paneles van dentro de estos armarios que tienen una puerta entera de cristal, para que puedas ver el estado de cada toma, sin necesidad de abrir la puertecilla. Al fondo de la cabina el piloto miraba el infinito, inmóvil, sin haber reparado en mi presencia hasta que suelto un “Hola, que maravilla es esto”. De un salto se da la vuelta y me dice “¡Hombre! ¡Qué tal! Pasa, pasa, no te quedes ahí. Me llamo A., encantado”. Entro y me cuenta que en dirección les permiten tener viajeros de vez en cuando para ver cómo funciona todo. El panel de mandos rodea al piloto. A mano izquierda, tiene la aceleración, punto muerto, y algo semejante al freno motor en un manguito de sólo 3 posiciones. En la mano derecha tiene un mango semejante que le permite de una forma muy humanizada controlar la frenada del tren. Justo en el centro de la mesa de mandos hay sitio para sus papeles y sus cosas. “¿Fumas?” Me pregunta. “Este es el único lugar del tren en el que se permite fumar”. Me invita a sentarme junto a los controles de Aire Acondicionado, pero prefiero quedarme de pie. Las puertas del tren se cierran a su hora, y no veo que haya tocado nada. Entonces salta un pilotito blanco y me dice “Ese es el operario que ha comprobado que todos los pasajeros están dentro y las puertas están bien cerradas”. La señal llegó por radio. Adiós al jefe de estación y su banderita.
Salimos, y el primer tramo es manual y a una velocidad de 30km/h. “Mira, en esta pantalla indico la velocidad máxima que quiero alcanzar”. Lo pone a 180km/h y deja el mando de aceleración puesto para que el tren vaya alcanzando suavemente esa velocidad. Salimos de la ciudad, y se activa la navegación informatizada. Me cuenta cómo puede llevar el tren de 4 maneras diferentes si se van estropeando las más avanzadas, claro que cada vez a velocidades menores. Pasado el túnel del castillo pasa a una velocidad de crucero de 250km/h. Cada cambio de velocidad lo anticipa un sistema de navegación que te muestra una cuenta atrás de los kilómetros que quedan hasta cambiar de zona. Todo calculadísimo, todo anticipado.
“¿Y si soltaran una piedra desde uno de esos puentes?”, le pregunto. “Hombre, si la sueltan justo cuando pasamos, nos la tragamos, pero en general saltan los sistemas de detección de caída vertical, y se para automáticamente cualquier tren que esté en trayectoria de colisión. Además el vallado impide cualquier manera de acercarse a la vía sin ser detectado, como ya ocurrió con los del 11 de Marzo que después intentaron reventar la vía del AVE”. Hablamos de política y de hipotecas, y luego volvemos al tren. “Lo que la gente no entiende es que cuando vendemos puntualidad, en realidad les vendemos la protección de todo el trayecto, y que llegarán seguros y a tiempo a su destino, y eso requiere una infraestructura de seguridad muy avanzada”.
En esa misma línea le pregunto, “Ha sido muy fácil para mi entrar aquí. ¿Y si sacara un cuchillo y le matara en pleno trayecto?”. Me contesta, “Bueno, a mi me puedes matar, pero el ordenador de a bordo detecta automáticamente que yo no respondo, y desde control pararían el tren en muy poco tiempo. Ni siquiera yo podría llegar lejos si decido hacer alguna barbaridad.”
Con la misma suavidad que salimos, inició la entrada en Sevilla. Le pregunto, “¿Es verdad que frenan los trenes para ofrecer más velocidad dentro de unos años?”. Me mira extrañado, “De ninguna manera, aunque conforme se generalice la alta velocidad, podremos ofrecer más velocidad en trayectos con mejor infraestructura, alcanzando hasta 350km/h. Los jóvenes viviréis el gustazo de cruzar el país en sólo 5 horas”.

1 comentario:

likealord dijo...

Joder, tío, es una de mis pasiones: los trenes. Me habría gustado ir en ese viaje.

Como anécdota te puedo contar que un día estaba yo en nuestro antiguo hogar (R. Lucano, jeje) y sabes que hay un puente muy cerca que pasa por encima de la vía del ave. Pues bien, no tenemos otra cosa que ponernos a volar una cometa (o un papalote, como quieras llamarlo) y hubo un momento que se nos cayó a la vía. Lo recuperamos con prontitud, pero allí nadie nos dijo nada.

Sin embargo, unos meses más tarde, estaba yo tan tranquilo tomando fotografías de trenes en un atardecer, y me llegó uno de seguridad prohibiéndome que tirara fotos de los trenes y que borrara las que había hecho. No sé hasta qué punto es cierto eso de que no se pueden hacer fotos de los trenes.

Muy interesante el artículo ;).