martes, septiembre 06, 2005

Lo que no sabemos sobre huracanes

Como sucede con muchos otros temas, los huracanes están sólo comenzando a comprenderse. La definición de escuela es que se trata de un tipo de ciclón tropical con un rotacional lo suficientemente violento como para generar vientos de 110km/h como mínimo. Sabemos también que para conseguir semejante revuelo, necesitan coger carrerilla: Los huracanes se generan en los océanos cuando el sol calienta el agua y el aire húmedo, provocando corrientes verticales y forzando la entrada en el ciclo de más aire húmedo por abajo. Ayudado por los efectos de la rotación de la Tierra, este proceso toma el comportamiento de una peonza que va embruteciéndose conforme recorre el trópico sobre el océano. La carrerilla termina cuando el huracán se topa con tierra firme. Igual que cuando se le acaba la cuerda al trompo, el huracán llega lanzado a tierra, y empieza a frenarse por a ausencia de realimentación de esas corrientes que tan fácilmente obtenía en los océanos. Más rápida será la frenada si hay algún frente de montañas lo bastante significativo más allá de la costa.
En Cuba dicen que octubre es el mes de los huracanes, y su razón tienen. Sin embargo, las posibilidades dan mucho más margen a estos fenómenos. Los huracanes que acaban golpeando el Golfo de México se suelen originar a partir de finales de mayo y principios de junio junto a la costa del África ecuatorial. Y tardan sus semanas en cobrar relevancia suficiente como para dominar el paisaje oceánico y comenzar su vacilante travesía hasta Centroamérica. Algunos llegan en octubre, sí, pero otros tantos llegan bastante antes. Y este asunto de las incidencias no está para nada resuelto.
Tampoco hay satisfacción generalizada con el tema de predecir las trayectorias que van a seguir. Un ejemplo notable de esto lo tuvimos el pasado 2003 con los huracanes Isabel y Charlie. Los superordenadores de la NASA y de Silicon fallaron por centenares de kilómetros, y esto crea de verdad la necesidad de replantearse las cosas. Estos sistemas, además de tener en cuenta la física del fenómeno huracán con un lujo de detalle pasmoso, disponen de una base de datos con el historial de antiguos huracanes, para sacar por imitación conclusiones semejantes. Pues ni por esas. En particular se predijo que Charlie iba a subir por el borde Atlántico de Florida, y acabó más bien metido en el golfo. Cuando la evacuación de miles de personas está en juego, este es un tema muy serio. Una evacuación en falso también tiene consecuencias económicas importantes para una región.
Es también difícil en general conocer el impacto que un huracán tendrá en el territorio que zarandee, cuando por fin llegue a tierra firme. En 1998 el huracán Mitch asoló varias regiones de Centroamérica y todos pensamos que son pobres y les falta infraestructura. ¿Qué podemos decir ahora? ¿Quién se iba a imaginar unas pocas horas antes que el Katrina iba a tener estos efectos sobre Nueva Orleáns y su entorno? Sin duda Nueva Orleáns tiene unas características que la hacían carne de cañón, pero qué decir de las poblaciones vecinas. La infraestructura es vital para estos casos, y en particular los norteamericanos se encargarán de no tropezar dos veces en la misma piedra. Esperemos que eso empiece a ser suficiente.

1 comentario:

likealord dijo...

Ya era hora de que volvieras :D
Estos artículos me hacen darme cuenta de que todavía queda mucho por investigar en un mundo en que yo pensaba que ya se sabía casi todo.