La noticia es de este verano pasado: Tras dos años trabajando para evitar desprendimientos en los tanques de combustible, el lanzamiento del transbordador Discovery fue la mejor demostración de que la NASA no ha conseguido evitarlos, y por tanto cancela las misiones de los transbordadores. Esto supone un importante retraso en la construcción de la Estación Espacial Internacional (ISS), y un futuro incierto para las misiones tripuladas de la agencia espacial norteamericana.
Desde el principio los transbordadores han seguido un camino muy diferente al que se había pensado para ellos. Fueron propuestos en el año 1972 como una forma barata y fiable de poner satélites en órbita. Hubo que esperar hasta el año 1981 para ver el primer lanzamiento de uno de ellos. Las misiones fallidas dejaron de superar en número a las exitosas a partir de 1983. El año 1984 volvería a dar un saldo negativo, pues sólo 5 de las 12 misiones que se hicieron concluyeron con éxito. Pero las críticas sobre la conveniencia de los viajes en transbordador alcanzarían su clímax en 1986 con el accidente del Challenger, que todos vimos reventar poco después del despegue. Terrible día.
Después de esto se limitaron las misiones a aquellas con objetivos científicos y/o militares. Esta tónica se mantuvo invariable con los 4 transbordadores restantes de la NASA: Columbia, Discovery, Atlantis y Endeavour. Los vuelos siempre se consideraron de tipo experimental. Y me explico: un vuelo regular de aerolíneas comerciales jamás se podría considerar experimental, porque los márgenes de error están muy ajustados para que sean raros los accidentes aéreos. En cambio, a partir de cierto punto no se ha podido aumentar mucho más la seguridad de los viajes en transbordador. Esto es sabido por todos, y aceptado por aquellos que deciden participar en las misiones. Sin embargo la NASA se ve obligada a velar por su imagen con unos márgenes de seguridad que se lo ponen bien difícil. La opinión pública no perdona cuando las cosas salen mal, incluso sabiendo que es posible que salgan mal.
Era cuestión de tiempo, y el siguiente desastre lo tenemos todavía fresco. El Columbia se desparramaba incandescente por el cielo del sur de Estados Unidos. De los 4 transbordadores, el Columbia precisamente era todo un símbolo; la personificación femenina de los Estados Unidos, en referencia a los primeros descubridores de las américas.
Ahora el Discovery sale al espacio y vemos a los ingenieros probando pegamentos y soldaduras sobre el fuselaje. Da miedo de solo pensarlo. Y encima oímos hablar de misiones de rescate con... ¡otro transbordador! Vamos, de mal en peor. Gracias a Dios todo fue bien.
Si este es el fin de la era de los transbordadores, tendremos que estrujarnos mucho el coco para igualar sus virtudes: Una bodega de carga de 18x4x4 metros, puesta en órbita de varios satélites a la vez, reparación y recogida de aquellos que estén averiados, reciclaje y abastecimiento de la Estación Espacial Internacional. Pero lo mejor de todo, y a lo que estamos obligados a aspirar: Casi todo en una misión de transbordador se reutiliza. Eso lo hemos conseguido en esta etapa, pero no al precio que se esperaba.
De momento las naves rusas y europeas cubrirán la demanda abierta por la NASA, pero el tema de fondo es mucho más ambicioso, y tiene mucho que ver con ese salto definitivo a la conquista del sistema solar, que todos tenemos en mente, pero que todavía no parece cercano a nuestro tiempo.
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