Una de las cosas a las que nos tienen acostumbrados desde un mes antes de las navidades es al incesante bombardeo publicitario de cientos de productos. Los anuncios de televisión son el doble de largos y con mucha más calidad. La ciudad se llena de carteles luminosos, y te aprendes de memoria todas las colonias y muchos juguetes. Pero sea navidad o no, a menudo hablamos de la manipulación que las masas sufren con este continuo goteo de productos. Y siempre que pensamos en las masas, nos resistimos a incluirnos dentro de ellas, como si nosotros fuéramos al menos un poco más conscientes que la media a la hora de filtrar manipulaciones. Pero hay un tipo de ataque mediático que todos, en nuestra culturilla general, hemos reconocido como potencialmente peligroso: La publicidad subliminar.
Ya en los años 50 se empezó a hacer de dominio público la posibilidad de incluir en imágenes y sonidos, mensajes que no eran perceptibles por el consciente, pero que quedaban grabados e influían a nivel subconsciente. El primer mensaje de este tipo que se hizo famoso fue el enorme letrero de “drink Coke” que colaron en medio de dos fotogramas en el cine, y que se veía durante una fracción de segundo. James Vicary fue el autor de este estudio en particular, pero después de publicar sus conclusiones, se retractó de las mismas, y el asunto quedó en el aire.
En la imagen que acompaña a este artículo podemos ver un cartel con un mensaje subliminar oculto. ¿Lo veis? Tomaros unos segundos antes de seguir leyendo, a ver si lo encontráis... En efecto, se puede apreciar sutilmente la palabra “sex” inscrita en los cubitos de hielo.
Otra ocasión muy sonada fue la de la campaña electoral Bush-Gore del año 2000 en Estados Unidos. Los demócratas acusaron a los republicanos de incluir mensajes subliminares en sus anuncios publicitarios. Los republicanos no lo negaron, porque además era cierto que lo habían hecho, pero respondieron que no había nada de malo en ello porque la llamada influencia subliminar no estaba completamente demostrada. Y en esto último tenían razón.
Hemos tenido que esperar hasta mayo de 2005 para ver por primera vez un estudio bastante completo y concluyente que pone en evidencia el poder de este tipo de mensajes. El trabajo en cuestión, publicado en el Proceedings of the National Academy of Sciences, no sólo pone de manifiesto la influencia de los mensajes subliminares, sino que además da una medida concreta a esta influencia.
Se aprovecharon las pruebas preliminares que se estaban haciendo a tres pacientes con epilepsia. En primer lugar les colocaron electrodos esperando percibir actividad eléctrica de las partes del cerebro relacionadas con el miedo. Los pusieron delante de una pantalla de ordenador, donde proyectaron palabras neutras (“primo”, “ver”...) que intercalaban con secuencias instantáneas de otras palabras como “peligro” o “matar”. Estas últimas se emitían durante 1/30 segundos; casi imperceptibles. Sin embargo en todos los casos se registró actividad eléctrica en la amígdala cerebral, que está directamente relacionada con el miedo, cada vez que se emitía una de las palabras subliminares. Estos hallazgos ponen claramente de manifiesto que el significado emocional de las palabras tiene acceso a nuestro cerebro también a nivel subconsciente, y que nuestro cuerpo reacciona acorde con dichas emociones implícitas.
“¿Llevaba razón Vicary?”, se pregunta Joel Cooper de la Universidad de Princeton. “Nuestros hallazgos, junto con un creciente cuerpo de conocimiento en estudios sociales, sugieren que puede haber alguna verdad en la propuesta de que nuestros estados emocionales se vean afectados por estímulos recibidos pre-conscientemente”.
domingo, diciembre 25, 2005
lunes, diciembre 19, 2005
Vida en la luna helada
Ya fue noticia en esta sección el pasado 19 de Enero el aterrizaje de la sonda Huygens en Titán, el decimoquinto satélite de Saturno. El resumen de todo aquello viene a ser que la Agencia Espacial Europea lanzó el orbitador Cassini, que llevaba acoplada la sonda Huygens. En órbita de acercamiento, Huygens se desprendió de Cassini y tomó rumbo a Titán, teniendo una entrada en el planeta bastante diferente a lo que se esperaba. Al parecer, sufrió turbulencias al entrar en la atmósfera, y frenó hasta los 50 metros por segundo cuando desplegó el paracaídas principal. Cercano al suelo llegó a reducir su velocidad hasta los 5 metros por segundo, dando tumbos laterales de 1 metro y medio. Cuando aterrizó saltó un poco de pringue sobre las lentes del aparato, y la electrónica no dio muestras de sufrir la típica interrupción que tiene cualquier chisme con circuitos cuando recibe un golpe seco. En otras palabras, parece que la sonda aterrizó sobre un suave colchón de, llamémosle, barro.
Sin más dilaciones, Huygens pone en marcha sus funciones y empieza a hacer fotos estereoscópicas de estas que se ven con unas gafitas en 3D. Las primeras imágenes que envía a la Tierra muestran una cadena montañosa de baja altura con un picacho sobresaliendo. Es fácil observar en las fotografías unas estrías oscuras que se ramifican sobre la ladera. Se trata una imagen muy familiar para cualquier geólogo: algún líquido ha erosionado las laderas, formando las cavidades características de los ríos... Dicho de otra forma: Algún tipo de líquido llueve habitualmente en esta luna. Recordemos que la temperatura media a ras de suelo es de -178ºC.
Corrientes de aire, lluvia, ríos, valles y montañas dan forma al panorama de Titán. ¿Se podrían dar las condiciones suficientes para la vida en esta luna helada? El geólogo y exobiólogo Dirk Schulze-Makuch de Washington State University y David Grinspoon del Southwest Research Institute en Boulder, Colorado, plantean de un modo interesante esta posibilidad: “Todos los requisitos básicos para la vida, tal y como los entendemos hoy, están presentes en Titán. Incluyendo moléculas orgánicas, fuentes de energía y un medio líquido”. Schulze-Makuch y Grinspoon citan algunos factores que dan cabida, al menos, a la vida microscópica en Titán. A continuación cito los más importantes resumidos.
El frío extremo no es lo idóneo para la vida porque ralentiza las interacciones químicas entre moléculas. Pero hay procesos en Titán que podrían dar el aporte de calor necesario para llevar a cabo estas interacciones. Los rayos ultravioletas del Sol producen acetileno en la atmósfera de Titán, que inmediatamente solidifica y cae al suelo, donde puede ser una fuente de calor muy útil.
Existen también en Titán muchos componentes químicos que las posibles células podrían usar de nutrientes, liberando grandes cantidades de energía (como el mismo acetileno) durante su descomposición. En la Tierra, estos componentes a veces liberan su energía de una forma tan brusca, que dañan las células más que ayudarlas. En Titán, ese peligro sería mucho menor debido a las bajas temperaturas.
El hecho de que Huygens haya caído en un charco de barro ha despertado también muchas especulaciones sobre la vida, ya que es sobre ese tipo de caldos de cultivo donde más teorías se han desarrollado en lo que a aparición de la vida se refiere.
Si bien el agua es el elemento base de la vida en la Tierra, en Titán se especula con la posibilidad de que sea el metano, que a esas temperaturas se encuentra en estado líquido. La propia composición de la molécula de agua le atribuye cargas eléctricas en sus extremos, que no favorecen ciertas reacciones dentro de la célula, y por eso la obligan a no ser mayor que un determinado tamaño. Ese problema no lo tendrían las células de Titán si flotaran en metano, ya que éste no está cargado del mismo modo. Así que en principio podrían ser mucho más grandes que en la Tierra.
En fin, todo son especulaciones. Pero el peso que tienen es que están basadas en cómo funcionan las cosas aquí, y eso algo de consistencia tendrá. En cualquier caso, habrá futuras misiones, y pronto sabremos más de todo esto.
Sin más dilaciones, Huygens pone en marcha sus funciones y empieza a hacer fotos estereoscópicas de estas que se ven con unas gafitas en 3D. Las primeras imágenes que envía a la Tierra muestran una cadena montañosa de baja altura con un picacho sobresaliendo. Es fácil observar en las fotografías unas estrías oscuras que se ramifican sobre la ladera. Se trata una imagen muy familiar para cualquier geólogo: algún líquido ha erosionado las laderas, formando las cavidades características de los ríos... Dicho de otra forma: Algún tipo de líquido llueve habitualmente en esta luna. Recordemos que la temperatura media a ras de suelo es de -178ºC.
Corrientes de aire, lluvia, ríos, valles y montañas dan forma al panorama de Titán. ¿Se podrían dar las condiciones suficientes para la vida en esta luna helada? El geólogo y exobiólogo Dirk Schulze-Makuch de Washington State University y David Grinspoon del Southwest Research Institute en Boulder, Colorado, plantean de un modo interesante esta posibilidad: “Todos los requisitos básicos para la vida, tal y como los entendemos hoy, están presentes en Titán. Incluyendo moléculas orgánicas, fuentes de energía y un medio líquido”. Schulze-Makuch y Grinspoon citan algunos factores que dan cabida, al menos, a la vida microscópica en Titán. A continuación cito los más importantes resumidos.
El frío extremo no es lo idóneo para la vida porque ralentiza las interacciones químicas entre moléculas. Pero hay procesos en Titán que podrían dar el aporte de calor necesario para llevar a cabo estas interacciones. Los rayos ultravioletas del Sol producen acetileno en la atmósfera de Titán, que inmediatamente solidifica y cae al suelo, donde puede ser una fuente de calor muy útil.
Existen también en Titán muchos componentes químicos que las posibles células podrían usar de nutrientes, liberando grandes cantidades de energía (como el mismo acetileno) durante su descomposición. En la Tierra, estos componentes a veces liberan su energía de una forma tan brusca, que dañan las células más que ayudarlas. En Titán, ese peligro sería mucho menor debido a las bajas temperaturas.
El hecho de que Huygens haya caído en un charco de barro ha despertado también muchas especulaciones sobre la vida, ya que es sobre ese tipo de caldos de cultivo donde más teorías se han desarrollado en lo que a aparición de la vida se refiere.
Si bien el agua es el elemento base de la vida en la Tierra, en Titán se especula con la posibilidad de que sea el metano, que a esas temperaturas se encuentra en estado líquido. La propia composición de la molécula de agua le atribuye cargas eléctricas en sus extremos, que no favorecen ciertas reacciones dentro de la célula, y por eso la obligan a no ser mayor que un determinado tamaño. Ese problema no lo tendrían las células de Titán si flotaran en metano, ya que éste no está cargado del mismo modo. Así que en principio podrían ser mucho más grandes que en la Tierra.
En fin, todo son especulaciones. Pero el peso que tienen es que están basadas en cómo funcionan las cosas aquí, y eso algo de consistencia tendrá. En cualquier caso, habrá futuras misiones, y pronto sabremos más de todo esto.
lunes, diciembre 12, 2005
El reloj atlántico
Parte suave y cálida, entre Cuba y La Florida, como un lengüetazo venido del Golfo de México. En su travesía al norte se aleja levemente de la costa de Estados Unidos para volver a acercarse ya más fría en Terranova, extremo este de Canadá. Alimenta una rotación de aguas frías entre Canadá y Groenlandia, y comienza su descenso hacia las costas occidentales de Irlanda. Pasa ventosa por Galicia y se aleja despacio de la Península Ibérica para rozar Canarias. Finalmente se curva en los llanos oceánicos de Cabo Verde, para poner rumbo de nuevo a las islas caribeñas. En su tramo ascendente tiene por nombre Corriente Labrador; bautizado así por su paso por tierras canadienses.
No se trata de una corriente de gran velocidad (un promedio de 35 kilómetros cada día), y tampoco de mucha profundidad. Pero sí es un firme flujo que mantiene en marcha la gigantesca maquinaria de vida de varias decenas de especies marinas en nuestro océano occidental. Los corales caribeños, con todo el ecosistema que albergan, absorben el impacto de sus aguas templadas desde Cabo Verde. En su extremo norte son las ballenas y los delfines dos ejemplos exponentes de los fenómenos migratorios que esta corriente sustenta.
¿Pero cómo puede este gigante mantenerse en marcha? Podemos señalar dos razones que mantienen esta enorme masa de agua en continua rotación.
La primera, muy evidente, la diferencia de temperaturas entre el Atlántico tropical y el Atlántico norte. Las leyes de la termodinámica y de la física de fluidos dictan que esa diferencia necesita ser compensada y buscar un equilibrio. Las aguas cálidas buscan mezclarse con las frías por la costa americana, mientras que las frías buscan a las cálidas bajando por el litoral afro-europeo. La compensación nunca resulta suficiente, porque el Sol mantiene cálidas las aguas del trópico, y su ausencia hace que predominen frías en latitudes del norte. Es pues, el Sol, el motor de esta turbina.
La segunda razón de esta rotación tiene que ver con la salinidad del océano. Las bajas temperaturas de los mares del norte llevan a la congelación de capas de agua cercanas a los continentes. En el proceso de congelación, el agua expulsa todas sus sales para dar cabida a la estructura cristalina del hielo. Esa sal expulsada queda en exceso en los mares del norte, haciendo que tengan más soluto que las aguas del trópico. La física estadística muestra como necesaria una compensación a esta diferencia de salinidades, forzando una vez más las corrientes ascendente y descendente.
La cara oscura de todo este asunto es que las corrientes de diferentes océanos (Labrador incluida) parecen estar ralentizándose. Y esto no es más que otro de los efectos del cambio climático, según las investigaciones del equipo de Harry Braden, en el Centro Nacional de Oceanografía de la Universidad de Southampton. Con sondas y boyas enormes se han echado a la mar para medir la velocidad de las corrientes y confirmar la tendencia que tienen a detenerse.
La primera causa es que el calentamiento generalizado reduce sensiblemente la diferencia de temperaturas entre las aguas del norte y del sur, haciendo menos necesaria una compensación. La segunda es que el deshielo hace que las aguas del norte estén menos salinizadas, haciendo de nuevo menos necesaria la compensación de solutos.
Es más o menos fácil especular con las consecuencias: Si las corrientes se paran, o incluso invierten su sentido, alterarán el orden ecológico de los océanos, así como la climatología de las regiones costeras cercanas a las mismas. Muchas especies necesitarán readaptarse o desaparecerán por su incapacidad de cumplir con los plazos migratorios que la naturaleza les impone. Este no es más que otro de los cientos de avisos que la Tierra nos deja, parece que todavía a tiempo de que tomemos medidas efectivas.
No se trata de una corriente de gran velocidad (un promedio de 35 kilómetros cada día), y tampoco de mucha profundidad. Pero sí es un firme flujo que mantiene en marcha la gigantesca maquinaria de vida de varias decenas de especies marinas en nuestro océano occidental. Los corales caribeños, con todo el ecosistema que albergan, absorben el impacto de sus aguas templadas desde Cabo Verde. En su extremo norte son las ballenas y los delfines dos ejemplos exponentes de los fenómenos migratorios que esta corriente sustenta.
¿Pero cómo puede este gigante mantenerse en marcha? Podemos señalar dos razones que mantienen esta enorme masa de agua en continua rotación.
La primera, muy evidente, la diferencia de temperaturas entre el Atlántico tropical y el Atlántico norte. Las leyes de la termodinámica y de la física de fluidos dictan que esa diferencia necesita ser compensada y buscar un equilibrio. Las aguas cálidas buscan mezclarse con las frías por la costa americana, mientras que las frías buscan a las cálidas bajando por el litoral afro-europeo. La compensación nunca resulta suficiente, porque el Sol mantiene cálidas las aguas del trópico, y su ausencia hace que predominen frías en latitudes del norte. Es pues, el Sol, el motor de esta turbina.
La segunda razón de esta rotación tiene que ver con la salinidad del océano. Las bajas temperaturas de los mares del norte llevan a la congelación de capas de agua cercanas a los continentes. En el proceso de congelación, el agua expulsa todas sus sales para dar cabida a la estructura cristalina del hielo. Esa sal expulsada queda en exceso en los mares del norte, haciendo que tengan más soluto que las aguas del trópico. La física estadística muestra como necesaria una compensación a esta diferencia de salinidades, forzando una vez más las corrientes ascendente y descendente.
La cara oscura de todo este asunto es que las corrientes de diferentes océanos (Labrador incluida) parecen estar ralentizándose. Y esto no es más que otro de los efectos del cambio climático, según las investigaciones del equipo de Harry Braden, en el Centro Nacional de Oceanografía de la Universidad de Southampton. Con sondas y boyas enormes se han echado a la mar para medir la velocidad de las corrientes y confirmar la tendencia que tienen a detenerse.
La primera causa es que el calentamiento generalizado reduce sensiblemente la diferencia de temperaturas entre las aguas del norte y del sur, haciendo menos necesaria una compensación. La segunda es que el deshielo hace que las aguas del norte estén menos salinizadas, haciendo de nuevo menos necesaria la compensación de solutos.
Es más o menos fácil especular con las consecuencias: Si las corrientes se paran, o incluso invierten su sentido, alterarán el orden ecológico de los océanos, así como la climatología de las regiones costeras cercanas a las mismas. Muchas especies necesitarán readaptarse o desaparecerán por su incapacidad de cumplir con los plazos migratorios que la naturaleza les impone. Este no es más que otro de los cientos de avisos que la Tierra nos deja, parece que todavía a tiempo de que tomemos medidas efectivas.
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