domingo, mayo 29, 2005

La rebelión de las máquinas

Todos nos hemos imaginado alguna vez un futuro en el que los robots llenen una parte importante de nuestras vidas. Tarde más o menos, ya se espera el momento en el que nos limpien la casa, paseen al perro y nos lleven al trabajo. Equipados con un buen “cerebro”, pueden llegar a conocer y reconocer su entorno. Pero en previsión del momento en el que sus “procesos mentales” sean suficientemente complicados, Isaac Asimov estableció en sus novelas las famosas Leyes de la Robótica:
1. Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
Implícita en estas leyes está la prevención de que algún día los ordenadores y, por extensión física, las máquinas tomen conciencia de sí mismas. Este descubrimiento de uno mismo como ser pensante y libre, es en realidad algo muy complejo de definir y acotar, pero para el propósito de este texto, creo que se entiende con facilidad. Las leyes de la robótica pretenden evitar que algún día las máquinas se desquicien, y se vuelvan peligrosas. Y no es una idea demasiado peregrina, si tenemos en cuenta que pretendemos hacerlas a nuestra imagen y semejanza... y nosotros bajo cierto punto de vista ya estamos bastante desquiciados.
De todas formas el problema hoy en día es otro, ya que los avances realizados en lo que a crear conciencia de uno mismo se refiere son nulos. Nada de nada. A fecha de hoy las máquinas pueden ver, oír, tocar... incluso oler y gustar. Y además pueden responder a todos estos estímulos de una forma coherente. ¿Pero coherente con qué? Únicamente con lo que nosotros les digamos que es coherente. Sobre esta misma base pueden darnos su opinión, que claro está, ni es opinión ni nada porque nosotros establecemos los márgenes de lo aconsejable y lo desaconsejable.
Lo más interesante podría ser en todo caso, que las máquinas ya pueden aprender. Tras varios intentos de hacer una misma cosa son capaces de ajustar ciertas variables internas y lograr a hacer lo que se proponían con un margen de error muy pequeño. En otras palabras: aprenden y se adaptan. De todo lo dicho, sólo esto último se conoce como Inteligencia Artificial; la conciencia de las máquinas pertenece enteramente al mundo de la ficción.
Por tanto, ¿qué clase de rebelión de las máquinas podría darse en las condiciones actuales? A mí se me ocurren dos:
La primera podría ser algo que ocurre de forma natural en los sistemas demasiado complicados. Si llegáramos a desarrollar un ordenador que procese un entendimiento de nuestro mundo demasiado enrevesado, podría aparecer lo que en sistemas complejos se llama un “fenómeno emergente”. Dicho mal y pronto, sería algo así como que al ordenador “se le iría la olla”. Esto ya lo hemos visto en otras situaciones de la física, y no sería extraño que ocurriera aquí.
La segunda queda reflejada de forma muy clara en el final de la película “Yo, Robot”. Crean este ordenador gigantesco y le dan la tarea de calcular la manera más viable de proteger al mundo. Y, para sorpresa de pocos, el ordenador calcula que un mundo sin humanos tiene un futuro más próspero. Así que se pone manos a la obra con el exterminio. Pero al fin y al cabo, todo son cuentas y algoritmos. Del mundo interior de los conscientes no se han hecho matemáticas... Tal vez sea mejor así.


Imagen tomada de la película "Yo, Robot".

martes, mayo 24, 2005

Mar de luz

No se han navegado ya todos los mares, y no se conocen todos los vientos. La NASA empieza a publicar sus primeros éxitos en lo que a velas solares se refiere. Pero no velas como candiles, sino las de los navíos. Y navíos que tampoco son los del mar, sino que cruzan el océano estelar.
Me explicaré un poco mejor. Un nazareno pasea una tarde de Agosto por la tranquila Calle Real. En medio de la calma, el viandante se encuentra sometido a varias presiones exteriores. La más evidente es ese aire caluroso que a veces viene de abajo y a veces corre por las calles, golpeándole en la cara. Menos evidente es la presión atmosférica: una columna de aire que se eleva por encima de él, y que descansa sobre su cabeza y sus hombros. Pero la presión más insignificante, y no por ello inexistente, es aquella que le viene directamente del sol. Nuestro cuerpo no solo se calienta y se pone moreno, sino que es levemente empujado por cualquier fuente de luz a la que se interponga. En efecto, la luz tiene un comportamiento de partícula cuando colisiona con cualquier cuerpo. De modo que la luz literalmente desplaza el cuerpo con el que colisiona, como hace el viento con las velas de los barcos.
Este fenómeno, conocido en lo relativo a viajes espaciales como viento solar, es significativo según cada caso en particular. Una comparación tosca, pero aproximada, sería por ejemplo que la presión luminosa que puede ejercer el sol sobre mi brazo es 10000 veces menos intensa que la presión que puede ejercer una hoja cayendo de un árbol y rozándome.
Algo mucho más importante sucede con la estela de los cometas que se acercan al Sol. Sus partículas son tan pequeñas que el viento solar puede empujarlas fácilmente, y coloca la estela en dirección contraria al Sol, cuando el cometa está muy cerca, al contrario de lo que podría intuirse. El viento solar vence claramente a la gravedad ejercida por el sol, que no es decir poco. El cometa hace así las veces de veleta del viento solar.
Con todo este conjunto de evidencias, no podía tardar mucho en encenderse la bombilla de los soñadores de viajes espaciales a bajo combustible. La idea es clara: Lanzamos un módulo al espacio que tenga únicamente el combustible necesario para escapar de la atracción terrestre. Una vez allí arriba, desplegamos las velas, y a navegar.
La dificultad está, por tanto, en construir velas que pesen tan poco como para no tener problemas para ser empujadas de forma eficaz por el viento solar. La última prueba de la NASA se hizo con una vela que tenía un grosor 30 veces más fino que un cabello humano. Ya pueden imaginarse lo tremendamente delicado que es desplegar esa vela, y manipularla sin que se rompa. Además, se calcula que la vela debe tener un tamaño de entre 80 y 200 metros para que dé resultados aceptables. La tela, además de fina, es especular, es decir, como un espejo. En definitiva, se trata de llevar al espacio una enorme mantilla de papel de plata y utilizarla para propulsarnos. Los estudios más optimistas hablan de que puede acelerar una nave hasta los 64 kilómetros por segundo, lo cual no está nada mal.
Una última cuestión que dejo en el aire: ¿Cómo hacemos para volver a casa? En el espacio no funciona el rumbo de Ceñida, como en el agua. Pero ya se han inventado formas de servirnos de la vela para navegar contra el viento solar. Mejor que contarlas, las dejo en el aire para los que les gusta pensar en estas cosas.

lunes, mayo 09, 2005

El arte de inventar mundos

La Red Andaluza de Sistemas Complejos se reunió el pasado 5 de mayo en la Facultad de Física de la Universidad de Sevilla. Miembros de los grupos de Granada, Málaga y Sevilla expusieron todo un abanico de trabajos y proyectos. Entre los estudios que han estado realizando los últimos meses encontramos temas de lo más dispares:
-Un método para conseguir que la catalización llevada a cabo en los motores de los vehículos produzca menos polución.
-Un estudio para reorganizar la logística de distribución de alimentos en caso de que algún país de la UE decida cerrar fronteras para protegerse de la extensión de alguna peste.
-Una breve explicación sobre el gran atasco de hace dos fines de semana, que dejó a mucha gente cerca de 11 horas en las salidas de las grandes ciudades. Y además, una explicación sobre porqué no eran necesarias las medidas de prevención que se tomaron para la vuelta del puente.
-Un estudio que presenta algunas características propias de la selección griega de fútbol, y que le hicieron más idóneo para ganar la última Eurocopa.
-Un proyecto del ejército español para mejorar el movimiento de tropas en el campo de batalla.
-Un sistema para anticipar el crecimiento de las ciudades, y proponer soluciones para una ciudad autosostenible.
En la misma línea se estudian cosas tales como razones por las que desapareció la civilización maya, sin mediar un conflicto bélico, o motivos para que se pueda producir la cuarta glaciación.
Y aunque se hace evidente que estos temas no tienen nada que ver entre sí, todos ellos tienen algo en común para su estudio: el ordenador. Gracias a la enorme capacidad de cálculo de los ordenadores, y a la posibilidad de hacer las cuentas con muchos ordenadores a la vez, podemos “inventarnos” situaciones de todo tipo y dejarlas evolucionar, para ver qué pasa.
Por ejemplo, supongamos que planteamos el problema de la logística de redistribución de alimentos, suponiendo que hay vacas locas en Francia, y hemos cerrado las fronteras. Podemos contratar al mejor responsable de logística. Pero también podemos ir al ordenador e inventarnos muchos responsables de logística. ¿Cómo los inventamos? Creamos una cadena con todas las posibles decisiones que podrían tomar ante cada situación, y hacemos que cada uno adquiera aleatoriamente un grupo determinado de decisiones. Entonces los ponemos a cada uno por separado a dirigir la logística, y vemos qué tal lo hacen. A los que nos dan peores resultados, los despedimos (cosa fácil en nuestro mundo imaginado). Más tarde cogemos las decisiones de los mejores, las combinamos para hacer nuevos jefes de logística, y volvemos a repetir el juego. Con este método evolutivo vamos teniendo cada vez mejores responsables de logística, hasta dar con un sistema de redistribución de alimentos más que satisfactorio, que puede venderse a las empresas de alimentación como un valioso producto.
Este sistema de inventar pequeños mundos en el ordenador y dejar que evolucionen “a ver qué pasa” se llama heurística, y consigue darnos soluciones muy buenas a problemas casi imposibles de tratar con papel y lápiz. De nuevo, los límites vienen impuestos únicamente por la velocidad de nuestros ordenadores, y nuestra imaginación. El futuro para estos métodos de trabajo promete ser largo y llenos de excelentes resultados.

domingo, mayo 08, 2005

Viviendo a la sombra de un volcán

Catania celebra elecciones locales los días 15 y 16 de mayo. Las fotos llenan las paredes de la ciudad con los nombres en letras bien grandes de centenares de candidatos que aspiran a alcalde, concejal o responsable de barrio. El pasado viernes 29 de Abril, el partido de izquierdas “Sindaco Bianco” presentaba sus candidatos cerca de la Plaza Duomo, en el corazón de la ciudad. Terminado el acto, el partido “Forza Italia” de Berlusconi, montó un impresionante escenario con casetas llenas de productos típicos de Sicilia, y toda una puesta en escena. Hablaron de cambio, de más trabajo en la ciudad, mejores infraestructuras… en fin, de todo. Pero ni una sola palabra del Volcán Etna, omnipresente desde cualquier punto de la ciudad.
Con 3350 metros de altura y 210 km de perímetro, el Etna es el volcán activo más alto de Europa, y por tanto toda una atracción para turistas y vulcanólogos. Claro que esta altura varía de erupción en erupción, según sea la deformación resultante del cráter. Casi se tarda más en contar las ocasiones en las que está activo que las ocasiones en las que duerme. El peor de los despertares del Etna se registró en 1669 cuando la lava arrasó una docena de poblaciones, e incluso llegó a la parte occidental de Catania, y poco después al mar. En 18 días hizo la lava este recorrido. Esta ocasión fue también famosa porque fue la primera vez en la historia que se intentaron cavar zanjas y canales para desviar la lava de un volcán. Hasta 1992 no fue posible mostrar la verdadera eficacia de la canalización de la lava del Etna, con grandes obras de ingeniería de por medio. Gracias a estas prevenciones, la lava debería tardar entre 5 y 6 meses para llegar a las puertas de Catania.
La mayor parte del volcán es parque natural, y si bien puedes acercarte mucho, en general no está permito asomarse al cráter o los conos de chimenea. La razón es clara; tiene pequeñas erupciones con demasiada frecuencia. Ya en 1979 se cobró la vida de 9 personas que se encontraban demasiado cerca en el momento de una de sus súbitas explosiones.
Ocurren con tanta frecuencia que casi no son noticia. En los tres últimos años ha habido varias, aunque todas ellas con poca salida de lava. En 2002 sin embargo hubo una erupción de mayor importancia, y todavía están las tiendas de souvenirs llenas de postales preciosas con los ríos de lava bajando por la ladera. A cualquiera que viene de fuera esto le puede causar impresión, pero los lugareños llaman al Etna, el volcán amistoso. Lo que tiene de buena gente este gigante es que sus pendientes son muy poco pronunciadas, y por tanto la lava avanza en general a un ritmo que da a las poblaciones vecinas tiempo suficiente para una evacuación ordenada.
La última vez que hubo un poco de alarma fue entre 1999 y 2000, cuando el volcán se pasó meses humeando densamente hasta el punto de llegar a cubrir Catania y los alrededores con ceniza volcánica. Fue necesario repartir mascarillas entre la población y limpiar la ciudad. Pero lo que más preocupaba es que este humo era ya bien conocido por ser el preludio de una erupción importante, que afortunadamente no se llegó a producir.
Sobre el fondo celeste de Catania, que es segunda ciudad más poblada de Sicilia, el Etna cubre siempre el horizonte hacia el norte. Pero es en lugares como este donde vuelves a recordar que no existen los llamados “desastres naturales”, sino más bien es el hombre el que debe vivir consciente del suelo que pisa. A 1 de mayo de 2005, el Etna echa un hilo de humo blanco, que no anuncia papas, pero recuerda que él es un habitante más de la preciosa Sicilia oriental.


Vista del Etna desde Catania