Catania celebra elecciones locales los días 15 y 16 de mayo. Las fotos llenan las paredes de la ciudad con los nombres en letras bien grandes de centenares de candidatos que aspiran a alcalde, concejal o responsable de barrio. El pasado viernes 29 de Abril, el partido de izquierdas “Sindaco Bianco” presentaba sus candidatos cerca de la Plaza Duomo, en el corazón de la ciudad. Terminado el acto, el partido “Forza Italia” de Berlusconi, montó un impresionante escenario con casetas llenas de productos típicos de Sicilia, y toda una puesta en escena. Hablaron de cambio, de más trabajo en la ciudad, mejores infraestructuras… en fin, de todo. Pero ni una sola palabra del Volcán Etna, omnipresente desde cualquier punto de la ciudad.
Con 3350 metros de altura y 210 km de perímetro, el Etna es el volcán activo más alto de Europa, y por tanto toda una atracción para turistas y vulcanólogos. Claro que esta altura varía de erupción en erupción, según sea la deformación resultante del cráter. Casi se tarda más en contar las ocasiones en las que está activo que las ocasiones en las que duerme. El peor de los despertares del Etna se registró en 1669 cuando la lava arrasó una docena de poblaciones, e incluso llegó a la parte occidental de Catania, y poco después al mar. En 18 días hizo la lava este recorrido. Esta ocasión fue también famosa porque fue la primera vez en la historia que se intentaron cavar zanjas y canales para desviar la lava de un volcán. Hasta 1992 no fue posible mostrar la verdadera eficacia de la canalización de la lava del Etna, con grandes obras de ingeniería de por medio. Gracias a estas prevenciones, la lava debería tardar entre 5 y 6 meses para llegar a las puertas de Catania.
La mayor parte del volcán es parque natural, y si bien puedes acercarte mucho, en general no está permito asomarse al cráter o los conos de chimenea. La razón es clara; tiene pequeñas erupciones con demasiada frecuencia. Ya en 1979 se cobró la vida de 9 personas que se encontraban demasiado cerca en el momento de una de sus súbitas explosiones.
Ocurren con tanta frecuencia que casi no son noticia. En los tres últimos años ha habido varias, aunque todas ellas con poca salida de lava. En 2002 sin embargo hubo una erupción de mayor importancia, y todavía están las tiendas de souvenirs llenas de postales preciosas con los ríos de lava bajando por la ladera. A cualquiera que viene de fuera esto le puede causar impresión, pero los lugareños llaman al Etna, el volcán amistoso. Lo que tiene de buena gente este gigante es que sus pendientes son muy poco pronunciadas, y por tanto la lava avanza en general a un ritmo que da a las poblaciones vecinas tiempo suficiente para una evacuación ordenada.
La última vez que hubo un poco de alarma fue entre 1999 y 2000, cuando el volcán se pasó meses humeando densamente hasta el punto de llegar a cubrir Catania y los alrededores con ceniza volcánica. Fue necesario repartir mascarillas entre la población y limpiar la ciudad. Pero lo que más preocupaba es que este humo era ya bien conocido por ser el preludio de una erupción importante, que afortunadamente no se llegó a producir.
Sobre el fondo celeste de Catania, que es segunda ciudad más poblada de Sicilia, el Etna cubre siempre el horizonte hacia el norte. Pero es en lugares como este donde vuelves a recordar que no existen los llamados “desastres naturales”, sino más bien es el hombre el que debe vivir consciente del suelo que pisa. A 1 de mayo de 2005, el Etna echa un hilo de humo blanco, que no anuncia papas, pero recuerda que él es un habitante más de la preciosa Sicilia oriental.
Vista del Etna desde Catania
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