El presidente Bush pone fechas a los próximos proyectos de colonización espacial, y resulta emocionante imaginar que todo eso vaya a ocurrir tan pronto. En 2015 fijan el comienzo de la colonización lunar, y para antes de 2020 esperan tener una base lunar permanente. Y lo más llamativo, la primera misión tripulada a Marte para antes de 2030.
Así que hay que cuidar todos los detalles, que esta vez vamos a la Luna para quedarnos. Un pequeño-gran detalle de la misión a la Luna es el asunto del polvo lunar. Y que dicho polvo sea problemático es en sí un gran problema, ya que es casi lo único que encontramos en la superficie de la Luna.
Ya quedó recogido en los informes de las misiones lunares de 1969 a 1972 que el polvo lunar tenía la propiedad de ser, digamos, incómodamente pegajoso. Más incluso que cuando sales del agua en la playa y se te pega la arena por todas partes. Las misiones Apolo de aquella época pudieron hacer poco para evitar que el polvo impregnara todos sus instrumentos de trabajo, así como los trajes espaciales. Todo fue llevado allí de un blanco reluciente, que reflejaba casi toda la luz que incidía. Pero al verse impregnado de ese polvo grisáceo, ya no se reflejaba tanta luz, y el resultado era que la maquinaria se recalentaba, con la evidente problemática que eso conlleva.
En efecto, lo que le sucede al polvo lunar es que está cargado de electricidad estática, la misma que nosotros conseguimos frotando el bolígrafo contra la manga de nuestra camisa, que atrae papelitos pequeños. Pero en este caso, ¿qué cosa “frota” al polvo lunar para que se cargue eléctricamente? Pues nada menos que los rayos ultravioletas del Sol, que barren con eficacia la capa de electrones que hay sobre la superficie lunar. Al arrasar con los electrones (que tienen carga negativa), el polvo lunar queda cargado positivamente. Como todas las motas tienen carga positiva, se repelen entre sí. El resultado es que la fina capa de polvo exterior sale disparada hacia arriba con bastante fuerza formando un arco de polvo que se eleva a kilómetros por encima de la superficie de la Luna. Bonito de imaginar, ¿eh?
Polvo con electricidad estática cayendo desde el cielo y elevándose desde el suelo. ¿Hasta que punto este factor puede ser negativo para futuras misiones? El equipo de Mian Abbas ha tomado las muestras de polvo lunar que se consiguieron en las misiones Apolo, y las está estudiando mota a mota. Cada mota de polvo les da para unos 10 días de investigación. Lo que hacen es meterla en una cámara de vacío de manera que la ausencia de aire da a la mota un comportamiento semejante al que tenía en la Luna. La mota ya está levemente cargada cuando entra en la cámara, así que la dejan suspendida en medio del vacío por medio de campos magnéticos. Luego hacen incidir un láser ultravioleta sobre la mota, para ver si se carga positivamente (igual que los rayos del Sol hacen sobre el polvo en la Luna).
Los resultados hasta la fecha rompen algunos modelos teóricos sobre el tema. En primer lugar se ha podido observar que la luz ultravioleta carga eléctricamente el polvo lunar hasta 10 veces más de lo esperado. También se ha podido ver que las motas mayores se cargan más que las menores, al contrario de lo que se predecía. Todavía se desconocen las razones de este comportamiento.
La teoría también predice una “lluvia” de electrones en la “noche lunar”, que carga negativamente el polvo. Las misiones Apolo sólo estaban en la Luna durante el “día lunar”, pero una estación permanente estará día y noche. Así que la segunda parte del estudio de Abbas será bombardear el polvo lunar con electrones, para predecir cómo se comportaría en la noche lunar. Cualquier detalle en este sentido puede ser muy relevante.
Fuente: Ciencia@NASA
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