Es difícil seguir la pista del virus del SIDA antes de su descubrimiento. Pudo estar ahí pululando enmascarado durante décadas o incluso siglos. Como los síntomas son los propios de otras enfermedades, antes de 1980 nadie se planteaba que una muerte por ejemplo de pulmonía podía deberse a un retrovirus debilitando las defensas del organismo.
En los últimos años, hemos sido capaces de reconocer distintos subtipos de virus del SIDA, y eso nos ha puesto un poco más sobre la pista de cuántos años hace que anda por ahí. Las muestras más antiguas que contienen el virus fueron tomadas en 1959-60 en la República Democrática del Congo (ver Zhu, Nature, 1998).
Pero en la historia de cómo llegamos a contraer el VIH, además de intentar seguirle la pista al virus, sería bueno mirar a otro aspecto: de qué manera evolucionamos los humanos para hacernos vulnerables a él. En esta línea, la revista Infection, Genetics and Evolution publicaba el pasado mes de agosto un artículo sobre la influencia que pudo tener el Imperio Romano en la predisposición genética a contraer el virus (antes incluso de que el virus apareciera en escena).
La cosa fue así: Se ha descubierto que hay un gen, que codifica para una proteina receptora llamada CCR5-Delta32. De tal manera que aquellos que tienen dicho gen son menos vulnerables a contraer el VIH. Lo siguiente por supuesto era hacer un mapa de cuantos son los afortunados portadores de dicho gen. Los resultados de este mapa fueron los que pusieron a los investigadores sobre la pista del Imperio Romano.
Resulta que los países que fueron ocupados por Roma tienen el menor porcentaje de habitantes con el bendito gen, entre el 0% y el 6%. En las fronteras bárbaras y caucásicas el porcentaje mejora, entre el 8% y el 11.8%. Y más allá de la Pax Romana empiezan a aparecer los resultados más alentadores, por encima del 12%. Por poner un ejemplo concreto de cada 100 rusos, unos 15 tienen resistencia innata al VIH, mientras que de cada 100 españoles, sólo 3 la tienen. Así es la vida.
Pero la coincidencia del gen con el Imperio no es sólo espacial; también es temporal. Resulta que si miramos la frecuencia con la que se extendía el gen en la frontera del Imperio, dicha frecuencia va de la mano con la forma que tenía esa frontera desde el siglo IV a.C hasta el IV d.C.
Suponiendo que esta teoría supera el paso del tiempo, cabe preguntarse cómo pudieron los romanos reducir la población de portadores de CCR5-Delta32. Es poco creible que pudieran hacerlo a base de relaciones sexuales con los locales de cada región. Se sabe que el flujo genético entre ciudadanos romanos (que estaban por todo el imperio) y no romanos es bajo.
¿Entonces cómo? La teoría más aceptada de momento es que los romanos introdujeron en europa algún tipo de enfermedad especialmente fatal para los portadores del CCR5-Delta32. Tal vez con la intruducción de los gatos o los burros en Europa, tal vez de otra manera. Quedaría entonces demostrar que el CCR5-Delta32 es problemático para alguna de las enfermedades que hubo, a la vez que es una defensa frente al VIH.
Un amigo me proponía otra posibilidad: las fronteras del Imperio Romano coinciden bastante bien con las del llamado clima mediterráneo. Tal vez algún mosquito u otra especie no apta para climas demasiado fríos extendió la enfermedad que mató a los portadores del CCR5-Delta32 allá donde pudo. La verdad es que el tema está bastante abierto.
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