Ya llegan al mar los ríos de tinta sobre una incertidumbre sencillamente irresoluble (de momento). ¿Estaremos al borde de una pandemia? ¿Se puede evitar? Se suelen producir pandemias de gripe unas 3 ó 4 veces por siglo. Las últimas fueron las de 1918-1919, 1957-1958 y 1968-1969. Carecemos de datos suficientes para poder hacer predicciones sobre cuándo será la próxima. Y si esto es difícil, mucho más es concluir que podemos o podremos tener las futuras epidemias bajo control.
El caso particular de la gripe aviar es además complejo por su elevado número de variables. Tenemos en registro 15 subtipos de esta gripe, que van desde los más leves hasta los catalogados como altamente patógenos. Después están las aves, que reaccionan al virus de manera muy diferente según tipos. Las aves acuáticas migratorias, en su inmensa mayoría, no presentan síntomas graves a casi todos los subtipos. En cambio, las aves de corral han mostrado ser mucho más vulnerables. Esto convierte a las aves migratorias en una reserva permanente para el virus: no las mata, pero campa a sus anchas de una a otra. Una situación habitual de riesgo es aquella en la que se juntan aves de corral y otros tipos en una misma plaza o mercado, como suele ser común en pueblos y ciudades del sur de Asia.
Hay dos características del virus de la gripe que hacen que la comunidad médica ande de cabeza con ellos. La primera consiste en que el virus carece de mecanismos de corrección de nuevas copias de sí mismo. Me explico mejor: Cuando el virus se reproduce, transfiere su código genético a las células del organismo infectado, que a su vez creará nuevos virus. Bien, pues de vez en vez hay errores en esa copia del código genético, y sin posibilidad de corregirlos tenemos mutaciones y cambios en el virus de generación en generación. Este cambio continuo del código se denomina “deriva antigénica”, y es lo que obliga cada año a hacer ajustes en las vacunas para la temporada de gripe.
La segunda característica es además la que tanto temen en estos días nuestros gobiernos. Un virus de la gripe tiene la facultad de poder combinarse con otros virus de la gripe de distinta naturaleza. El ejemplo en este caso es el siguiente: De momento se oye hablar de gripe aviar encontrada en un pájaro muerto en Turquía, Croacia, Suecia... También tenemos algunas historias de personas infectadas y muertas en países de Asia. Pero un posible principio de la pandemia sería la siguiente desafortunada coincidencia: Una persona con virus de la gripe (humana), que se contagie además de la gripe aviar. En este caso existe la posibilidad de que esos dos tipos de gripe recombinen sus códigos genéticos y den con un subtipo de gripe nuevo, que cómodamente anide, contagie y mate a personas. Esto es precisamente lo que se está temiendo que suceda con la variante H5N1. Lo que tiene esta cepa de especial es que ya sabemos de 2 ocasiones en las que ha matado a personas. La primera fue en 1997 en Hong Kong cuando causó una enfermedad respiratoria grave a 18 personas, 6 de las cuales murieron. La segunda fue en febrero de 2003 en Vietnam, con 1 víctima mortal.
El pasado sábado 8 de octubre ponías la CNN, y el bombardeo con la gripe aviar era para caerse de la silla. Cambiabas a los canales españoles y nada; ni una triste línea sobre el tema. Unos días después era el tema central de todos los canales. Gracias a la globalización, puede uno ver aquí que hay otro tipo de infecciones mediáticas que no estaría mal prevenir... al menos hasta que sepamos de verdad qué es lo que va a pasar con tanto pájaro muerto por las fronteras de Europa.
lunes, octubre 24, 2005
lunes, octubre 17, 2005
Sobrecompensación masculina
Me lo estoy pasando en grande revisando estudios psicosociales de todos los colores y temas. Aquí os dejo uno de los que más me han divertido.
El doctorando Robb Willer de la Universidad de Cornell en Ithaca (Nueva York), presentó el pasado mes de agosto los resultados de sus estudios sobre “Masculine overcompensation”, que yo he traducido como “Sobrecompensación masulina” sin saber bien si hay algún vocablo técnico más adecuado para esto. El término en cuestión hace referencia a ciertas reacciones que tenemos los hombres como consecuencia de que se ponga en tela de juicio nuestra masculinidad. Esto es algo que ya estaba en los arcanos del saber popular, pero que nunca viene mal cuantificar.
Willer asaltó los pasillos, dormitorios y jardines del campus de Cornell en busca de estudiantes (elegidos al azar) para que contestaran a un cuestionario. Bueno, más bien dos tipos diferentes de cuestionario. A algunos se les hacía el cuestionario normal, en el que se les hacían preguntas como su postura sobre la Guerra de Irak, los matrimonios gays, y luego cosas más personales como... qué tipo de coche se comprarían si pudieran. A los demás se les hacía es mismo cuestionario, pero con una peculiaridad: en mitad del cuestionario se les informaba sobre el nivel de masculinidad o feminidad que se extraía de las preguntas que se les había hecho hasta ese momento. Por supuesto se trataba de una trampa porque para empezar no hay manera de saber ese nivel, y mucho menos a partir de semejantes preguntas. Una vez informados de este nivel, se continuaba con el cuestionario como si nada. El objetivo era saber si las respuestas dadas después de informarles de su masculinidad o feminidad tenían algo de diferente con las de aquellos sujetos que hicieron el cuestionario normal.
Vamos por partes con los resultados. Mujeres a las que se les dijo en mitad del cuestionario que eran más bien femeninas: a partir de ese punto contestaron muy parecido a las que no se les dijo nada. Mujeres a las que se les dijo en mitad del cuestionario que eran más bien masculinas: Igual, ningún cambio. Hombres a los que se les dijo que eran más bien masculinos: Igual, ningún cambio. Y por último, y aquí está el tema, hombres a los que se les dijo que eran más bien femeninos: En este último caso cambia el comportamiento mucho, con respecto a los hombres a los que no se les dijo nada.
Veamos con más detenimiento este último caso. Algo sucede en los hombres a partir de que son informados de una supuesta feminidad. Según el informe, en este caso los hombres se muestran avergonzados, con sentimiento de culpa, enfadados e incluso hostiles. A partir de ese momento se les pregunta por su postura en cuanto a la Guerra de Irak, y de forma muy clara se muestra que muchos más de lo normal tienen posturas a favor. Se les pregunta por los gays, y tienen opiniones más tendentes a la homofobia. Y la que me parece más divertida: cuando les preguntan que qué coche quieren, contestan aplastantemente que quieren lo que los americanos llaman un SUV (sport utility vehicle); en otras palabras, un deportivo o un todoterreno. Compensan la inseguridad que les crea su recién anunciada feminidad con posturas que según ellos son claramente masculinas.
Me llama la atención el componente cultural que tiene esta concepción de la masculinidad. En España, que la mayoría somos anti-guerra y que los gays tienen más libertades, ¿qué prontos nos entrarían a los hombres si nos sometieran a esta prueba? ¿Es esto solo cosa de los varones norteamericanos? Permitidme dudarlo. ¿A más macho más inseguro? Bueno, eso es caer otra vez en lo de medir la masculinidad. En fin, no sé, divagaciones.
El doctorando Robb Willer de la Universidad de Cornell en Ithaca (Nueva York), presentó el pasado mes de agosto los resultados de sus estudios sobre “Masculine overcompensation”, que yo he traducido como “Sobrecompensación masulina” sin saber bien si hay algún vocablo técnico más adecuado para esto. El término en cuestión hace referencia a ciertas reacciones que tenemos los hombres como consecuencia de que se ponga en tela de juicio nuestra masculinidad. Esto es algo que ya estaba en los arcanos del saber popular, pero que nunca viene mal cuantificar.
Willer asaltó los pasillos, dormitorios y jardines del campus de Cornell en busca de estudiantes (elegidos al azar) para que contestaran a un cuestionario. Bueno, más bien dos tipos diferentes de cuestionario. A algunos se les hacía el cuestionario normal, en el que se les hacían preguntas como su postura sobre la Guerra de Irak, los matrimonios gays, y luego cosas más personales como... qué tipo de coche se comprarían si pudieran. A los demás se les hacía es mismo cuestionario, pero con una peculiaridad: en mitad del cuestionario se les informaba sobre el nivel de masculinidad o feminidad que se extraía de las preguntas que se les había hecho hasta ese momento. Por supuesto se trataba de una trampa porque para empezar no hay manera de saber ese nivel, y mucho menos a partir de semejantes preguntas. Una vez informados de este nivel, se continuaba con el cuestionario como si nada. El objetivo era saber si las respuestas dadas después de informarles de su masculinidad o feminidad tenían algo de diferente con las de aquellos sujetos que hicieron el cuestionario normal.
Vamos por partes con los resultados. Mujeres a las que se les dijo en mitad del cuestionario que eran más bien femeninas: a partir de ese punto contestaron muy parecido a las que no se les dijo nada. Mujeres a las que se les dijo en mitad del cuestionario que eran más bien masculinas: Igual, ningún cambio. Hombres a los que se les dijo que eran más bien masculinos: Igual, ningún cambio. Y por último, y aquí está el tema, hombres a los que se les dijo que eran más bien femeninos: En este último caso cambia el comportamiento mucho, con respecto a los hombres a los que no se les dijo nada.
Veamos con más detenimiento este último caso. Algo sucede en los hombres a partir de que son informados de una supuesta feminidad. Según el informe, en este caso los hombres se muestran avergonzados, con sentimiento de culpa, enfadados e incluso hostiles. A partir de ese momento se les pregunta por su postura en cuanto a la Guerra de Irak, y de forma muy clara se muestra que muchos más de lo normal tienen posturas a favor. Se les pregunta por los gays, y tienen opiniones más tendentes a la homofobia. Y la que me parece más divertida: cuando les preguntan que qué coche quieren, contestan aplastantemente que quieren lo que los americanos llaman un SUV (sport utility vehicle); en otras palabras, un deportivo o un todoterreno. Compensan la inseguridad que les crea su recién anunciada feminidad con posturas que según ellos son claramente masculinas.
Me llama la atención el componente cultural que tiene esta concepción de la masculinidad. En España, que la mayoría somos anti-guerra y que los gays tienen más libertades, ¿qué prontos nos entrarían a los hombres si nos sometieran a esta prueba? ¿Es esto solo cosa de los varones norteamericanos? Permitidme dudarlo. ¿A más macho más inseguro? Bueno, eso es caer otra vez en lo de medir la masculinidad. En fin, no sé, divagaciones.
lunes, octubre 10, 2005
Raros. Geniales.
Es más o menos aceptado por todos que en ocasiones existe una relación entre ser una persona creativa y estar un poco tocado del ala. En efecto hay investigaciones al respecto que muestran que personas con una visión de las cosas un poco peculiar, que podría ser considerada un problema, tienen sin embargo un ingrediente esencial en lo que a inventiva y creatividad se refiere. Hay suficiente base para creer que lumbreras como Isaac Newton, Vincent Van Gogh, Emily Dickinson o Albert Einstein padecían un trastorno llamado personalidad esquizotípica. La esquizotipia aísla parcialmente a las personas que la padecen, y hace que desarrollen pensamientos y percepciones algo peculiares. A veces es el paso previo a la equizofrenia, pero en la mayoría de los casos no pasa de ser interpretada como un comportamiento “raro”. Para hacernos a una idea de lo comunes que son los comportamientos esquizotípicos, sirve contar que estos incluyen el llamado pensamiento mágico, que consiste en pensar que una acción determinada tiene consecuencias sobre algo que en realidad no tiene nada que ver con ella. Creer en una superstición como puede ser la de cruzarse con un gato negro, es un ejemplo de leve esquizotipia.
Los psicólogos Brad Foie y Sohee Park de la Universidad Vanderbilt en Nashville han publicado unos resultados muy interesantes a este respecto en la revista Schizophrenia Research. La novedad consiste en confirmar esta relación entre rareza y creatividad basándose en el comportamiento interno del cerebro. Para ello tomaron individuos de tres grupos: Esquizotípicos, esquizofrénicos y gente, llamémosla, “normal”.
La primera prueba era bastante sencilla. A todos se les enseñaba objetos típicos del hogar, y se les pedía que buscaran un uso diferente al habitual para cada objeto. Los esquizotípicos mostraban con diferencia una mayor creatividad en las propuestas para cada objeto, mientras que los esquizofrénicos y la gente más promedio mostraron más o menos la misma creatividad. Se observa aquí que es más mito el hecho de que la esquizofrenia esté asociada tan directamente a la creatividad. En algún lugar entre la cordura y la esquizofrenia se haya un toque que distingue a unos pocos privilegiados.
En la segunda prueba se les volvió a pedir nuevos usos para objetos cotidianos, pero además se estudió el comportamiento cerebral de cada uno de ellos mediante un método de escaneo cerebral llamado espectroscopia óptica. El estudio confirmaba otro asunto ya discutido hacía mucho tiempo. En el proceso creativo, todos los sujetos puestos a prueba mostraban una actividad cerebral repartida entre ambos hemisferios del cerebro. Sin embargo, los esquizotípicos mostraron además una intensa actividad en el hemisferio derecho, que supone un patrón completamente diferente en el proceso creativo. Esta peculiaridad es la que se cree asociada a la creatividad, en este caso concreto.
Ya fue cruel el destino con el pobre Van Gogh, que padecía una enfermedad que en nuestros días se habría resuelto con un tratamiento de pastillas de lo más habitual. El segador de aquel campo de trigo que se agachaba laborioso en su último cuadro fue un claro preludio de su muerte; la última llamada de socorro. Sin embargo todo pasa, y buenos son los tiempos que vivimos; la ciencia misma nos ayuda hoy a reconocer a los genios de mañana.
Vincent Van Gogh, Autorretrato
Los psicólogos Brad Foie y Sohee Park de la Universidad Vanderbilt en Nashville han publicado unos resultados muy interesantes a este respecto en la revista Schizophrenia Research. La novedad consiste en confirmar esta relación entre rareza y creatividad basándose en el comportamiento interno del cerebro. Para ello tomaron individuos de tres grupos: Esquizotípicos, esquizofrénicos y gente, llamémosla, “normal”.
La primera prueba era bastante sencilla. A todos se les enseñaba objetos típicos del hogar, y se les pedía que buscaran un uso diferente al habitual para cada objeto. Los esquizotípicos mostraban con diferencia una mayor creatividad en las propuestas para cada objeto, mientras que los esquizofrénicos y la gente más promedio mostraron más o menos la misma creatividad. Se observa aquí que es más mito el hecho de que la esquizofrenia esté asociada tan directamente a la creatividad. En algún lugar entre la cordura y la esquizofrenia se haya un toque que distingue a unos pocos privilegiados.
En la segunda prueba se les volvió a pedir nuevos usos para objetos cotidianos, pero además se estudió el comportamiento cerebral de cada uno de ellos mediante un método de escaneo cerebral llamado espectroscopia óptica. El estudio confirmaba otro asunto ya discutido hacía mucho tiempo. En el proceso creativo, todos los sujetos puestos a prueba mostraban una actividad cerebral repartida entre ambos hemisferios del cerebro. Sin embargo, los esquizotípicos mostraron además una intensa actividad en el hemisferio derecho, que supone un patrón completamente diferente en el proceso creativo. Esta peculiaridad es la que se cree asociada a la creatividad, en este caso concreto.
Ya fue cruel el destino con el pobre Van Gogh, que padecía una enfermedad que en nuestros días se habría resuelto con un tratamiento de pastillas de lo más habitual. El segador de aquel campo de trigo que se agachaba laborioso en su último cuadro fue un claro preludio de su muerte; la última llamada de socorro. Sin embargo todo pasa, y buenos son los tiempos que vivimos; la ciencia misma nos ayuda hoy a reconocer a los genios de mañana.
Vincent Van Gogh, Autorretrato
lunes, octubre 03, 2005
ADN versus bacterias
La decisión final del Premio Nobel de Medicina ha estado bien reñida este año, pero ya tenemos ganador. Los galardonados fueron anunciados nada más empezar la semana. El premio incluye un diploma, una medallita, 1.3 millones de dólares y un apretón de manos del rey de Suecia. Los descubrimientos premiados suelen venir de muy atrás, porque es habitual que su trascendencia tarde en hacerse notoria. Detrás de algunos de estos hallazgos encontramos con frecuencia a gente muy valiente que no se dejó amedrentar por las críticas y el riesgo a estar equivocados de plano. Algo de esto vemos en las dos historias que vienen a continuación.
Uno de los equipos favoritos para ganar el premio este año es el formado por Alec Jeffreys de la Universidad de Leicester y Edwin Southern de Oxford. El descubrimiento de estos señores es lo que conocemos coloquialmente como la “huella del ADN”. Data del año 1984, cuando Jeffreys vio que era posible vincular de forma casi infalible una muestra de ADN con la persona de la que procede. Hoy en día ya estamos muy acostumbrados, y llamamos a esto “la prueba del ADN” sin poner mucho asombro en ello. Demasiado CSI. En efecto ha servido para la identificación de cadáveres, y como prueba en centenares de juicios donde los culpables pasaron a ser inocentes, y los inocentes, culpables. Pero las aplicaciones van muchísimo más allá: aclarar disputas sobre paternidad y orígenes, establecer las bases para el estudio de las enfermedades hereditarias, mejorar los conocimientos sobre aptitud para transplantes, ayudar en la protección de especies en peligro de extinción, arrojar luz sobre los orígenes y movimientos migratorios del hombre desde tiempos inmemoriales... ¿sigo?
Jeffreys y Southern, eran los candidatos por los que yo hubiera apostado, pero los ganadores han sido otros. Los australianos Barry J. Marshall y J. Robin Warren se han llevado el premio por sus trabajos sobre la bacteria 'Helicobacter pylori' (ver imagen). En 1982, Marshall y Warren plantaron cara a unos principios más que establecidos sobre los orígenes de la gastritis y la úlcera de estómago. Sus hallazgos pusieron de manifiesto que la 'Helicobacter pylori' causa ambos trastornos. Hasta entonces se había dado por aceptadísimo que las causas de la úlcera de estómago eran el estrés, el ritmo de vida y las amarguras de cada uno. Sus descubrimientos abrieron las carnes de la comunidad médica, y fueron tan criticados que Marshall llegó a inocularse la bacteria para probar como ciertas sus tesis. La bacteria en cuestión tiene una vía de transmisión de madre a hijo, y se encuentra en 1 de cada 2 personas. Es responsable de la inmensa mayoría de las úlceras, que ahora han pasado de ser crónicas a curables gracias a los trabajos de Marshall y Warren. Un año más, un premio bien merecido.
Helicobacter pylori
Uno de los equipos favoritos para ganar el premio este año es el formado por Alec Jeffreys de la Universidad de Leicester y Edwin Southern de Oxford. El descubrimiento de estos señores es lo que conocemos coloquialmente como la “huella del ADN”. Data del año 1984, cuando Jeffreys vio que era posible vincular de forma casi infalible una muestra de ADN con la persona de la que procede. Hoy en día ya estamos muy acostumbrados, y llamamos a esto “la prueba del ADN” sin poner mucho asombro en ello. Demasiado CSI. En efecto ha servido para la identificación de cadáveres, y como prueba en centenares de juicios donde los culpables pasaron a ser inocentes, y los inocentes, culpables. Pero las aplicaciones van muchísimo más allá: aclarar disputas sobre paternidad y orígenes, establecer las bases para el estudio de las enfermedades hereditarias, mejorar los conocimientos sobre aptitud para transplantes, ayudar en la protección de especies en peligro de extinción, arrojar luz sobre los orígenes y movimientos migratorios del hombre desde tiempos inmemoriales... ¿sigo?
Jeffreys y Southern, eran los candidatos por los que yo hubiera apostado, pero los ganadores han sido otros. Los australianos Barry J. Marshall y J. Robin Warren se han llevado el premio por sus trabajos sobre la bacteria 'Helicobacter pylori' (ver imagen). En 1982, Marshall y Warren plantaron cara a unos principios más que establecidos sobre los orígenes de la gastritis y la úlcera de estómago. Sus hallazgos pusieron de manifiesto que la 'Helicobacter pylori' causa ambos trastornos. Hasta entonces se había dado por aceptadísimo que las causas de la úlcera de estómago eran el estrés, el ritmo de vida y las amarguras de cada uno. Sus descubrimientos abrieron las carnes de la comunidad médica, y fueron tan criticados que Marshall llegó a inocularse la bacteria para probar como ciertas sus tesis. La bacteria en cuestión tiene una vía de transmisión de madre a hijo, y se encuentra en 1 de cada 2 personas. Es responsable de la inmensa mayoría de las úlceras, que ahora han pasado de ser crónicas a curables gracias a los trabajos de Marshall y Warren. Un año más, un premio bien merecido.
Helicobacter pylori
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