lunes, octubre 03, 2005

ADN versus bacterias

La decisión final del Premio Nobel de Medicina ha estado bien reñida este año, pero ya tenemos ganador. Los galardonados fueron anunciados nada más empezar la semana. El premio incluye un diploma, una medallita, 1.3 millones de dólares y un apretón de manos del rey de Suecia. Los descubrimientos premiados suelen venir de muy atrás, porque es habitual que su trascendencia tarde en hacerse notoria. Detrás de algunos de estos hallazgos encontramos con frecuencia a gente muy valiente que no se dejó amedrentar por las críticas y el riesgo a estar equivocados de plano. Algo de esto vemos en las dos historias que vienen a continuación.
Uno de los equipos favoritos para ganar el premio este año es el formado por Alec Jeffreys de la Universidad de Leicester y Edwin Southern de Oxford. El descubrimiento de estos señores es lo que conocemos coloquialmente como la “huella del ADN”. Data del año 1984, cuando Jeffreys vio que era posible vincular de forma casi infalible una muestra de ADN con la persona de la que procede. Hoy en día ya estamos muy acostumbrados, y llamamos a esto “la prueba del ADN” sin poner mucho asombro en ello. Demasiado CSI. En efecto ha servido para la identificación de cadáveres, y como prueba en centenares de juicios donde los culpables pasaron a ser inocentes, y los inocentes, culpables. Pero las aplicaciones van muchísimo más allá: aclarar disputas sobre paternidad y orígenes, establecer las bases para el estudio de las enfermedades hereditarias, mejorar los conocimientos sobre aptitud para transplantes, ayudar en la protección de especies en peligro de extinción, arrojar luz sobre los orígenes y movimientos migratorios del hombre desde tiempos inmemoriales... ¿sigo?
Jeffreys y Southern, eran los candidatos por los que yo hubiera apostado, pero los ganadores han sido otros. Los australianos Barry J. Marshall y J. Robin Warren se han llevado el premio por sus trabajos sobre la bacteria 'Helicobacter pylori' (ver imagen). En 1982, Marshall y Warren plantaron cara a unos principios más que establecidos sobre los orígenes de la gastritis y la úlcera de estómago. Sus hallazgos pusieron de manifiesto que la 'Helicobacter pylori' causa ambos trastornos. Hasta entonces se había dado por aceptadísimo que las causas de la úlcera de estómago eran el estrés, el ritmo de vida y las amarguras de cada uno. Sus descubrimientos abrieron las carnes de la comunidad médica, y fueron tan criticados que Marshall llegó a inocularse la bacteria para probar como ciertas sus tesis. La bacteria en cuestión tiene una vía de transmisión de madre a hijo, y se encuentra en 1 de cada 2 personas. Es responsable de la inmensa mayoría de las úlceras, que ahora han pasado de ser crónicas a curables gracias a los trabajos de Marshall y Warren. Un año más, un premio bien merecido.


Helicobacter pylori

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