Con la puesta de sol, todas las ventanas de Bletchley Park se cierran. Se bajan las persianas y se echan los visillos. Es 1942 y nada es suficiente para asegurar que el servicio de inteligencia de Hitler no detectará esta hermosa mansión de la campiña inglesa como el importante centro de criptografía que realmente es.
El tracateo de toda la maquinaria del sistema Colossus queda intramuros, y en el exterior se mezclan los ruidos de la noche con el motor de algún vehículo militar avanzando en ralentí con las luces apagadas. El equipo de Alan Turing trabaja a contrarreloj para perfeccionar Colossus y así romper el código alemán conocido como Enigma. Nombre muy apropiado para el sistema de encriptación de mensajes que utilizó la Alemania nazi durante casi toda la Segunda Guerra Mundial.
Los mensajes se transmiten por radio y son accesibles para ambos bandos. Parten de centros de mando, barcos, aviones, submarinos, posiciones avanzadas... Toda esa información es esencial para ir siempre un paso por delante en la guerra. Por ello ambos bandos necesitan un código que encripte adecuadamente los mensajes.
Los alemanes, como ya mencioné antes, idearon la máquina Enigma, que en la imagen podemos ver ya muy refinada. Lo primero que llama la atención es el teclado típico de cualquier máquina de escribir. Ahí es donde se escribe el mensaje en el leguaje normal que todos entendemos. Un sistema de cables colocados en un lateral de la máquina hace que las letras del mensaje se permuten por parejas. Es decir, que por ejemplo la letra “a” se cambie por la “i”, y viceversa. Ese cableado se cambia cada día según un convenio que sólo conocen los técnicos de telecomunicación del ejército alemán. Luego, esa letra ya cambiada pasa al sistema de 4 rotores que vemos en la parte superior de la máquina. Cada letra tiene un número asignado, y ese número hace girar los rotores de manera que los rotores anteriores siempre van cambiando la posición de los posteriores. El resultado es que la letra inicial vuelve a cambiar, y esta vez 4, 3, 2 y 1 vez por rotor. Enigma consigue por tanto una auténtica sopa de letras aparentemente aleatorias con una probabilidad de 1 entre 2·1045 de dar con la letra correcta. Un hueso duro de roer, aunque no lo suficiente si tenemos en cuenta que los ingleses (con la inestimable ayuda de matemáticos polacos) lograron romperlo. Particularmente el Enigma de 4 rotores fue roto justo el día antes del Desembarco de Normandía, facilitando así información de vital importancia para dicha operación.
Los trabajos de Alan Turing y su equipo tuvieron como consecuencia colateral un gran avance en lo que a computación y tecnología informática se refiere. Como en otras ocasiones, el reconocimiento llegó demasiado tarde (30 años después) con la correspondiente desclasificación documental del gobierno británico.
El mes pasado se consiguió descifrar uno de los 3 códigos Enigma que se resistían desde la Segunda Guerra Mundial. El mensaje interceptado decía así: nczwvusxpnyminhzxmqxsfwxwlkjahshnmcoccakuqpmkcsm
hkseinjusblkiosxckubhmllxcsjusrrdvkohulxwccbgvliyxeoahx
rhkkfvdrewezlxobafgyujqukgrtvukameurbveksuhhvoyhabcj
wmaklfklmyfvnrizrvvrtkofdanjmolbgffleoprgtflvrhowopbekv
wmuqfmpwparmfhagkxiibg
La interpretación conseguida por el Proyecto-m4 y traducida al español reza:
De Looks: Señal de radio 1132/19. Contenido: Forzados a sumergirnos durante ataque, cargas de profundidad. Última localización enemiga: 8:30h, Marqu AJ 9863, 220 grados, 8 millas náuticas. [Estoy] siguiendo [al enemigo]. [El barómetro] cae 14 milibares. NNO 4, visibilidad 10.
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