Dan Brown tiene entre sus logros el escribir bestsellers como churros, escandalizar a la Curia Romana y herir el orgullo de los españoles por nuestra querida España de los noventa, que no estaba tan mal como él cuenta en su último libro. Entre los que han querido aprovechar su éxito se encuentran los autores del libro "Holy Blood, Holy Grail", que lo demandaron por plagio. El sistema judicial británico se hizo cargo del caso, que no hace mucho quedó sentenciado a favor del famoso escritor.
Pero hay otro logro del señor Brown que ha sido clave para la historia que les cuento a continuación: una legión de apasionados por su literatura que se pasean por el mundo mirando con lupa allí donde creen que puede haber algo oculto, un código, una mueca en la cara de Jacobo, hijo de Alfeo, antes de llevarse a la boca el pan en el cuadro de “La Última Cena”. Y cómo no, a manos de algunos de estos señores llegó la sentencia del juicio de plagio contra Dan Brown.
Hasta aquí todo bien, pero ya en la página cinco del auto (la primera después del índice) nos ponemos a leer y encontramos la palabra “claimants” (demandantes) con la “s” escrita en cursiva. Bueno, incluso los jueces pueden equivocarse (lo sabemos bien), si no fuera porque seguimos leyendo y vuelve a aparecer otra vez “claimants” pero esta vez con la “m” en cursiva. Una cursiva en medio de una palabra ya es algo más raro. Inmediatamente se despierta el instinto arácnido de todo criptógrafo que se precie, y se sigue leyendo en busca de más letras en cursiva. En efecto, encontramos “is that” con la “i” y la “t” en cursiva. Luego “his” con la “h” y finalmente “reality” con la “y”. Si las juntamos todas nos sale la palabra “smithy”. Más adelante aparecen las letras “c”, “o”, “d” y “e”. El juez que escribió el documento se apellida Smith, pero parece que él también es un apasionado de la criptografía, así que decidió incluir en la sentencia su particular Código Smithy.
Una vez que el magistrado fue reconocido por todos y elevado a los altares del excentricismo, ya sólo quedaba seguir leyendo su documento en busca de más aventuras. Hasta aquí las cursivas formaban un mensaje fácil de leer, pero si seguimos anotando cursivas que aparecen esporádicamente, obtenemos lo siguiente: JAEIEXTOSTGPSACGREAMQWFKADPMQZVZ. Cuando el periódico The Guardian entrevistó al juez sobre el incoherente texto su repuesta fue “Bueno, no parecen erratas, ¿no?”. Por lo tanto no era descabellado pensar que se trataba de un criptograma.
Tras múltiples intentos de romperlo, fue el propio Juez Smith el que acabó por dar la pista definitiva para descifrarlo. Mencionó la página 238 de la versión inglesa del Código Da Vinci, donde se habla de la serie de Fibonacci. Esta sencilla serie se caracteriza por que cada número es la suma de los dos anteriores: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13,...
Se trataba por tanto de crear alfabetos que comenzaran con la letra que corresponde al número de Fibonacci que vaya tocando. Por ejemplo, supongamos que queremos saber qué letra se esconde detrás de la cuarta letra del texto cifrado (que es una “I”). Bien, pues la cuarta posición de la serie de Fibonacci la ocupa el número 3. Por lo tanto, hay que desplazar el alfabeto a la tercera posición (es decir, comenzando por la C), de tal manera que en lugar de ser ABCDE...WXYZ, ahora sería CDEF...XYZAB. Por último se mira qué nueva letra ha ocupado la posición que antes ocupaba la “I” (la novena posición en el alfabeto). Esa posición ahora la ocupa la letra “K”. Pues bien, esa es la letra ya descodificada. ¡Tachán! Y así con todas las demás.
Sólo queda contar que hay una letra trampa que no sale como debía; una pequeña vuelta de tuerca más. El caso es que al final tenemos el mensaje "Jackie Fisher, who are you? Dreadnought" con la coma y la interrogación incluidas por pura coherencia. El mensaje hace alusión a cierto almirante de la Armada Británica que participó a principios del siglo XX en el diseño y desarrollo de un tipo de acorazado llamado Dreadnought, que a su vez proviene de la expresión “dread nought” (no temas a nadie). El Juez Smith simplemente aprovechó su sentencia sobre el Código Da Vinci para hacer un guiño de admiración al antes mencionado militar. Y ya de paso, aprovechando el impacto mediático de su juicio, divertir un poco a los criptoanalistas de medio mundo.
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