Por el tipo de país que somos, y por casi no tener otro camino, hemos llegado a depender del la energía nuclear para más de la tercera parte de la demanda energética nacional. Ahora que la UE se ha ampliado a 25 países, dos regulaciones empujan el futuro de esta fuente de energía en direcciones opuestas. Por un lado, se nos limita considerablemente el derecho de emisión de CO2. Esto implica que debemos reducir las emisiones de las centrales térmicas, fuel y carbón. La energía nuclear no conlleva estas emisiones, así que su uso resuelve en parte el problema de reducirlas. En dirección contraria tenemos la presión por desmantelar cuantas más centrales nucleares, mejor. Haciendo un esfuerzo titánico por cumplir ambos requisitos, la UE pretende reducir a la mitad la dependencia energética de las centrales nucleares. En España se espera que el cambio sea notable.
Pero dejando a un lado la idoneidad de las centrales nucleares, quería hablar brevemente sobre el tratamiento y almacenamiento de residuos que inevitablemente generan. Los residuos de media y baja actividad que salen de las 11 instalaciones que tenemos en la España peninsular van a parar al centro de tratamiento “El Cabril”, que se encuentra al noroeste de la provincia de Córdoba, en plena Sierra Morena, y dentro del término municipal de Hornachuelos. Este complejo recibe al año, unos 2000 metros cúbicos de residuos que almacenan en bidones. Éstos a su vez se acumulan en grandes contenedores de hormigón llamados unidades de almacenamiento. En cada unidad de almacenamiento caben 18 bidones de 220 litros cada uno. Finalmente, las unidades se entierran en unas enormes naves llamadas celdas de almacenamiento, en las que caben 320 unidades. La mayor dificultad no radica en proteger al exterior de las radiaciones que los residuos puedan emitir. Muy al contrario, el mayor esfuerzo está en proteger a los residuos de filtraciones del exterior al interior, como por ejemplo el agua de lluvia.
Hasta la fecha sólo se ha registrado una pequeña filtración en una de las celdas de almacenamiento. Esto es un incidente de una importancia mínima si se compara con el número de filtraciones permitidas dentro del margen de seguridad de la central. Es decir, que la central está funcionando mucho mejor de lo que se le exige. De todas formas, la noticia de la filtración bastó para que de nuevo saltaran las alarmas y la polémica.
Las poblaciones de Hornachuelos, Fuente Obejuna y Peñarrolla-Pueblonuevo reciben compensaciones económicas a cambio del éxodo de habitantes que sufren, y de la revalorización a la baja de sus términos municipales. La cuestión puede ser cuánto hay de psicológico y cuánto de contrastable en el miedo a la central de residuos. El dinero aplaca en gran medida las quejas, pero mejor sería que “El Cabril” tuviera aceptación general y con fundamento, ya además es candidato a empezar a recibir residuos de alta actividad que fueron generados en España, y que de momento nos guardan los franceses.
La historia al final es la misma que con las centrales nucleares. Si las cosas se hacen bien, no hay peligro real de desastre nuclear, ni de contaminación excesiva. Y con los residuos poco a poco iremos sabiendo qué hacer, además de enterrarlos. Para cuando sepamos tratarlos, “El Cabril” tiene dispuestos los medios para sacarlos de sus tumbas.
¿De quién nos podemos fiar en todo esto? No lo sé. Me acojo a la ventaja que supone escribir en un periódico independiente que no recibe subvenciones de ningún grupo ideológico. Este es sin duda un foro ideal para las cosas claras. Aunque esta es sólo una opinión más sobre el tema nuclear. El debate, sin embargo, es de todos.
Almacenamiento de residuos.
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