Dar testimonio y prueba de lo que pasa en nuestro mundo implica contestar a todas las preguntas que se pueden hacer. Por ejemplo es necesario preguntarse si existen vacas verdes, y una vez que salgamos y comprobemos que no las hay, habremos hecho ciencia por muy ridícula que pueda parecer la pregunta.
El otro día compañeros de la redacción me preguntaron por la Ley de Murphy, y si tenía algún fundamento científico. ¡Excelente pregunta! Esta ley pertenece a la cultura general de todos. Pero para no dejarse a nadie en el camino, recordaré que se trata de una especie de confabulación maligna del destino: “Si algo puede salir mal, así será”. La famosa ley de la tostada cayendo por el lado de la mantequilla. La ley del paraguas que siempre llevas contigo el día que no lo necesitas.
Aunque esta ley ya aparecía de forma implícita en poemas que se remontan al siglo XVIII, el nombre viene del Capitán Edward A. Murphy, que era un ingeniero que trabajaba para la Fuerza Aérea americana en la base de Edwards en el año 1949. Murphy participaba en un proyecto con el que se quería saber lo fuerte que podía ser la frenada que aguantara una persona a gran velocidad. Al encontrar un transductor mal cableado, le echó la bronca al técnico que lo había montado y le dijo que si había alguna forma de hacer las cosas mal, él siempre la encontraría. De esta y algunas afirmaciones posteriores acabaría saliendo la famosa ley.
Algunos podrían precipitarse en tachar esta ley de falsa y absurda, pero se ha podido demostrar que hay bastante de cierto en ella, y no necesariamente porque nos ronden demonios haciéndonos la vida imposible. Tomemos el ejemplo de la tostada que cae por el lado de la mantequilla. Parece en principio que sea el típico caso de cara o cruz con probabilidad del 50% de que caiga del lado bueno, y 50% del malo. Pero una moneda lanzada al aire no es lo mismo que una tostada que se resbala de un plato o de una mesa. Se ha hecho un estudio dejando caer tostadas desde mesas a distintas alturas, y se ha podido comprobar que para mesas de una altura menor de 2.5 metros, la tostada solo tiene tiempo a dar media vuelta en la mayoría de los casos. Por tanto, casi siempre cae del lado de la mantequilla. Si fuéramos seres más altos y tomáramos el desayuno en mesas de 4 metros, probablemente la Ley de Murphy no sería aplicable.
Con el tema del clima la cosa es parecida en algunos casos. El clima del Reino Unido es famoso por ser de difícil predicción. Hay como mínimos 5 grandes corrientes de aire que confluyen en la isla. Así el clima ha sido siempre tema de conversación allí, y no han faltado las suposiciones de perversas maquinaciones en las esferas celestiales. El matemático G.H.Hardy de la universidad de Cambridge, tenía su forma particular de conseguir un día soleado. Salía con su paraguas a la puerta de casa y decía: “Soy Hardy, y voy al Museo Británico”. Esta es la típica cosa que se hace en un día de lluvia. De esta forma esperaba que la confabulación perversa del cosmos aplicara la Ley de Murphy y le diera un día cálido y soleado, que después usaría para ir al campo o a pasear.
Bromas aparte, de un estudio de 260 avisos de lluvia consecutivos en la zona de Londres, 180 resultaron ser falsas alarmas, mientras que 80 acabaron efectivamente en lluvia. Para un londinense que lleve su paraguas en cada aviso de lluvias, la Ley de Murphy es una realidad tan cotidiana como la frustración de pasear su paraguas sin que le sirva de nada.
Detrás de la Ley de Murphy no hay maldad cósmica, pero sí estadística, psicología, subjetividad y profecía autocumplida. Sus víctimas no escapan a las leyes de la probabilidad, y esto las convierte en creyentes de un más allá con muy malas intenciones. Deja esto siempre abierto el tema de que la ley se aplica según quién, dónde y cuándo. Ya saben los desafortunados a quién echar las culpas.
Tostada con mantequilla
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